El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
CAPÍTULO IX<br />
Los demonios<br />
Origen de la creencia en los demonios<br />
1. En todas las épocas han hecho los demonios un gran pap<strong>el</strong> en las diversas teogonías.<br />
Aunque decaídos considerablemente en la opinión general, la importancia que todavía se les<br />
atribuye en nuestros días da a esta cuestión cierta gravedad, porque toca <strong>el</strong> mismo fondo de las<br />
creencias r<strong>el</strong>igiosas. Así es que consideramos útil examinarla con <strong>el</strong> desarrollo que permite.<br />
La creencia en una potencia superior es instintiva en los hombres, y por esto se la encuentra<br />
bajo diferentes formas en todas las edades d<strong>el</strong> mundo. Pero si en <strong>el</strong> grado de ad<strong>el</strong>anto int<strong>el</strong>ectual a<br />
que han llegado hoy, discuten aún sobre la naturaleza y los atributos de esta potencia, ¡cuánto más<br />
imperfectas debían ser sus nociones respecto a este objeto en la infancia de la Humanidad!<br />
2. <strong>El</strong> cuadro que se nos representa de la inocencia de los pueblos primitivos, en<br />
contemplación ante las hermosuras de la Naturaleza, en la cual admiran la bondad d<strong>el</strong> Creador, es,<br />
sin duda, poética, pero falta en él la realidad.<br />
Cuanto más se acerca <strong>el</strong> hombre al estado de naturaleza, más domina en él <strong>el</strong> instinto, como<br />
se observa todavía en los pueblos salvajes y bárbaros de nuestros días. Lo que más le preocupa, o<br />
que le ocupa exclusivamente, es la satisfacción de las necesidades materiales, porque no tienen<br />
otras. <strong>El</strong> sentido que puede hacerle accesible a los goces puramente morales no se desenvu<strong>el</strong>ve sino<br />
a la larga y gradualmente. <strong>El</strong> alma tiene su infancia, su adolescencia y su virilidad, como <strong>el</strong> cuerpo<br />
humano. Mas para alcanzar la virilidad que se le pone en disposición de comprender los temas<br />
abstractos, ¡cuántas evoluciones no debe efectuar en la Humanidad! ¡Cuántas existencias no tiene<br />
que cumplir!<br />
Sin remontarnos a las primeras edades, vemos alrededor nuestro las gentes de nuestras<br />
campiñas, y preguntamos, ¡qué sentimientos de admiración despiertan en <strong>el</strong>las <strong>el</strong> esplendor d<strong>el</strong> sol<br />
cuando sale, la bóveda estr<strong>el</strong>lada, <strong>el</strong> gorjeo de las aves, <strong>el</strong> murmullo de las espumosas olas, las<br />
praderas esmaltadas de flores!<br />
Para <strong>el</strong>los sale <strong>el</strong> sol porque tiene la costumbre de hacerlo, y con tal que dé bastante calor<br />
para madurar las cosechas, y no para quemarlas, están satisfechos. Si miran al ci<strong>el</strong>o, es para saber si<br />
<strong>el</strong> día siguiente será bueno o malo. Que canten las aves o no, poco les importa, con tal de que no<br />
coman trigo. A las m<strong>el</strong>odías d<strong>el</strong> ruiseñor prefieren <strong>el</strong> cacareo de las gallinas y <strong>el</strong> gruñido de los<br />
puercos. Piden que los ríos, claros o cenagosos, no se sequen y que no les inunden, que las praderas<br />
les den buena hierba, con flores o sin <strong>el</strong>las. Esto es todo lo que desean, digamos más, todo lo que<br />
comprenden de la Naturaleza, y, sin embargo, están ya lejos de los hombres primitivos.<br />
3. Si nos referimos a estos últimos, les vemos más exclusivamente preocupados en la<br />
satisfacción de las necesidades materiales. Lo que sirve para la satisfacción de las mismas, y lo que<br />
puede dañarlas, resume para <strong>el</strong>los <strong>el</strong> bien y <strong>el</strong> mal en este mundo. Creen en una potencia<br />
extrahumana, pero como lo que les causa un perjuicio material es lo que más les afecta, lo atribuyen<br />
a esta potencia, de la que, por otra parte, se forman una idea muy vaga. No pudiendo todavía<br />
concebir nada fuera d<strong>el</strong> mundo visible y tangible, se la figuran residiendo en los seres y cosas que<br />
les son nocivos. Los animales dañinos son, pues, para <strong>el</strong>los, los representantes naturales y directos<br />
de aquélla. Por la misma razón han visto la personificación d<strong>el</strong> bien en las cosas útiles, de ahí <strong>el</strong><br />
culto tributado a ciertos animales, a ciertas plantas, y aun a objetos inanimados. Pero <strong>el</strong> hombre es<br />
generalmente más sensible al mal que al bien. <strong>El</strong> bien le parece natural, mientras que <strong>el</strong> mal le<br />
afecta más. Esta es la causa de que en todos los cultos primitivos las ceremonias en honor de la<br />
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