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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

Asesino condenado por la Audiencia de Foix y ejecutado en septiembre de 1864<br />

En una reunión espiritista íntima de siete u ocho personas, que tuvo lugar en Brus<strong>el</strong>as <strong>el</strong> 13<br />

de septiembre de 1864, y a la cual asistimos, se suplicó a una señora, médium, tuviese la bondad de<br />

escribir. No habiéndose hecho ninguna evocación especial, trazó con agitación extraordinaria, en<br />

letras muy grandes, y después de haber roto violentamente <strong>el</strong> pap<strong>el</strong>, estas palabras:<br />

“¡Yo me arrepiento! ¡Yo me arrepiento!”<br />

Latour<br />

Sorprendidos de esta comunicación inesperada, que nadie había provocado, porque ninguno<br />

pensaba en este desgraciado, la muerte d<strong>el</strong> cual ignoraban la mayor parte de los asistentes, se le<br />

dirigieron algunas palabras de conmiseración y de aliento. Después se le hizo esta pregunta:<br />

¿Qué motivo ha podido obligaros a venir entre nosotros antes que a otra parte, puesto que no<br />

os hemos llamado?<br />

La médium, que lo era también parlante, responde de viva voz:<br />

“He visto que erais almas compasivas y que tendríais piedad de mí, mientras que otros me<br />

evocan más por curiosidad que por verdadera caridad, o bien se alejan de mí con horror.”<br />

Entonces comenzó una escena indescriptible que no duró menos de media hora. La médium<br />

unía a las palabras los gestos y la expresión de la fisonomía, y era evidente que <strong>el</strong> espíritu se<br />

identificó con su persona. Algunas veces fueron tan desgarradores sus acentos de desesperación,<br />

pintó sus angustias y sus sufrimientos con un tono tan lastimoso, sus súplicas fueron tan<br />

vehementes, que todos los asistentes nos conmovimos profundamente.<br />

También los hubo que estaban espantados de la sobreexcitación de la médium, pero<br />

pensamos que un espíritu que se arrepiente y que implora la piedad no ofrecía ningún p<strong>el</strong>igro. Si<br />

tomó sus órganos, fue para pintar mejor su situación e interesar más en su suerte, pero no como los<br />

espíritus obsesores y posesores, con la idea de apoderarse de <strong>el</strong>la para dominarla. Eso se le<br />

permitió, sin duda, por su propio interés, y puede ser también para la instrucción de las personas<br />

presentes.<br />

<strong>El</strong> espíritu exclamó:<br />

“¡Oh sí, piedad! Tengo mucha necesidad de <strong>el</strong>la, porque no sabéis lo que sufro!..., ¡no, no lo<br />

sabéis, no podéis comprenderlo..., es horrible!... ¡La guillotina! ¿Qué es al lado de lo que sufro<br />

ahora? Es nada, es un instante. ¡Pero este fuego que me devora es peor, es una muerte continua, es<br />

un sufrimiento que no deja tregua ni descanso..., que no tiene fin!<br />

“y mis víctimas que están ahí, a mi alrededor..., que me enseñan sus heridas..., que me<br />

persiguen con sus miradas!... ¡Están ahí, ante mí..., las veo todas... Sí, todas, no puedo evitarlas!...<br />

¡Y este mar de sangre!..., ¡y este oro manchado de sangre..., todo está ahí! Siempre ante mí...<br />

¿Sentís <strong>el</strong> olor de la sangre? ¡Sangre, siempre sangre! ... ¡Están ahí esas pobres víctimas, me<br />

ruegan..., y yo sin piedad hiero..., hiero!... ¡Hiero siempre!... La sangre me embriaga.<br />

“Creía que después de mi muerte todo estaría acabado, por esto arrostré <strong>el</strong> suplicio. ¡Insulté<br />

a Dios, le renegué!... Y he ahí que, cuando me creía aniquilado para siempre, un despertar terrible<br />

tiene lugar en mí!... ¡Oh! ¡Sí, terrible!... Estoy rodeado de cadáveres, de figuras amenazadoras...,<br />

camino sobre sangre... ¡Creía estar muerto, y vivo!... ¡Esto es horroroso! ¡Esto es terrible! ¡Más<br />

espantoso que todos los suplicios de la Tierra!<br />

“¡Oh! ¡Si todos los hombres pudiesen saber lo que hay más allá de la vida! ¡Sabrían lo que<br />

cuesta hacer mal, no habría asesinos ni malhechores! ¡Quisiera que todos los asesinos pudiesen ver<br />

lo que veo y lo que sufro!... ¡Oh, no habría ninguno..., es demasiado horrible sufrir lo que sufro!<br />

“¡Bien sé que lo he merecido!, ¡oh, Dios mío! ¿Por qué no tuve piedad de mis víctimas y<br />

rechacé sus manos suplicantes cuando me pedían que no las matase? ¡Sí, yo he sido cru<strong>el</strong>, las he<br />

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