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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

con los suplicios d<strong>el</strong> Tártaro. 3<br />

3. “Los bienaventurados, sin salir d<strong>el</strong> lugar que ocupaban, saldrán de cierto modo, en virtud de su don<br />

de int<strong>el</strong>igencia y de clarividencia, a fin de contemplar los tormentos de los condenados. Y viéndoles, no sólo no<br />

sentirán ningún dolor, sino que les enajerará la alegría, y darán gracias a Dios de su propia dicha asistiendo a la<br />

inefable calamidad de los impíos” (Santo Tomás de Aquino).<br />

4. Como los paganos, los cristianos tienen su Rey de los infiernos, que es Satanás, con la<br />

diferencia que Plutón se limitaba a gobernar <strong>el</strong> sombrío Imperio que le cupo en suerte, pero no era<br />

malo: guardaba allí detenidos a los que habían obrado mal, porque era su misión, pero no se<br />

ocupaba en inducir a los hombres al mal para darse <strong>el</strong> placer de hacerles sufrir, mientras que<br />

Satanás busca en todas partes víctimas, que se complace en atormentar por sus legiones de<br />

demonios armados de garfios para removerlos en <strong>el</strong> fuego. Se ha llegado incluso a discutir<br />

seriamente sobre la naturaleza de este fuego que quema sin cesar a los condenados, sin consumirles<br />

jamás; se ha dicho si era o no un fuego de alquitrán.(4) <strong>El</strong> infierno cristiano no es, pues, inferior en<br />

nada al infierno paganos.<br />

4. Sermón predicado en París en 1861.<br />

5. Las mismas consideraciones que movieron a los antiguos a localizar la mansión de la f<strong>el</strong>icidad,<br />

hicieron circunscribir también <strong>el</strong> lugar de los suplicios. Habiendo los hombres colocado la primera<br />

en las regiones superiores, era natural colocar la segunda en las regiones inferiores, es decir, en <strong>el</strong><br />

centro de la Tierra, cuya entrada creían eran algunas cuevas sombrías y de aspecto terrible.<br />

También allí los cristianos colocaron, durante largo tiempo, <strong>el</strong> lugar de los réprobos. Notemos<br />

todavía sobre este asunto otra analogía.<br />

<strong>El</strong> infierno de los paganos contenía, en un lado, los Campos <strong>El</strong>íseos, y en <strong>el</strong> otro, <strong>el</strong> Tártaro.<br />

<strong>El</strong> Olimpo, mansión de los dioses y de los hombres divinizados, estaba en las regiones superiores.<br />

Según <strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io, Jesús descendió a los infiernos, es decir, a los lugares bajos, para sacar de allí<br />

a las almas justas que esperaban su venida.<br />

Los infiernos no eran, pues, únicamente un lugar de suplicios, lo mismo que los de los<br />

paganos estaban en los lugares bajos. Así como <strong>el</strong> Olimpo, la mansión de los áng<strong>el</strong>es y de los<br />

santos, estaba en las regiones <strong>el</strong>evadas, la habían colocado más allá d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o de las estr<strong>el</strong>las, que se<br />

creía era limitado.<br />

6. Esa mezcla de ideas paganas y de ideas cristianas no debe extrañarse. Jesús no podía<br />

inmediatamente destruir creencias arraigadas. Los hombres carecían de los conocimientos<br />

necesarios para concebir <strong>el</strong> infierno d<strong>el</strong> espacio y <strong>el</strong> número infinito de mundos. La Tierra era para<br />

<strong>el</strong>los <strong>el</strong> centro d<strong>el</strong> Universo. No conocían ni su forma, ni su estructura interior. Todo para <strong>el</strong>los<br />

estaba limitado a su punto de vista. Sus nociones sobre <strong>el</strong> porvenir no podían extenderse más allá de<br />

sus conocimientos. Jesús se encontraba, pues, en la imposibilidad de iniciarlos en <strong>el</strong> verdadero<br />

estado de las cosas. Pero, por otro lado, no queriendo con su autoridad sancionar preocupaciones<br />

admitidas, se abstuvo de ocuparse en <strong>el</strong>las, dejando al tiempo <strong>el</strong> cuidado de rectificar las ideas. Se<br />

ciñó a hablar vagamente de la vida bienaventurada y de los castigos que sufrirán los culpables, pero<br />

en ninguna parte de sus enseñanzas se encuentra <strong>el</strong> cuadro de los suplicios corporales, hecho<br />

artículo de fe por los cristianos.<br />

He aquí como las ideas d<strong>el</strong> infierno pagano se han perpetuado hasta nuestros días. Ha sido<br />

necesaria la difusión de los conocimientos de los tiempos modernos y d<strong>el</strong> desarrollo general de la<br />

int<strong>el</strong>igencia humana para condenarlas. Pero entonces, como nada positivo había suscitado a las<br />

ideas admitidas, al largo período de una creencia ciega sucedió, como transición, <strong>el</strong> período de<br />

incredulidad, al cual la nueva rev<strong>el</strong>ación viene a poner término. Era preciso demoler antes de<br />

reconstruir, porque es más fácil hacer admitir ideas justas a aqu<strong>el</strong>los que en nada creen, porque ven<br />

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