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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

reencarnación, al contrario, lo que parece injusto viene a ser una admirable justicia. Lo que es inexplicable, se<br />

explica de una manera muy racional.<br />

Por lo demás, no sabemos que los que no admiten esta doctrina la hayan jamás combatido con otros<br />

argumentos más que con <strong>el</strong> de su repugnancia personal a volver a la Tierra. A ésos podemos contestarles: Para<br />

que volváis a <strong>el</strong>la, Dios no os pide vuestro permiso, así como <strong>el</strong> juez no consulta la voluntad d<strong>el</strong> condenado para<br />

enviarle a presidio.<br />

Cada uno tiene la posibilidad de no volver a <strong>el</strong>la, mejorándose lo suficiente para merecer pasar a una<br />

esfera más <strong>el</strong>evada. Pero en esas esferas venturosas no se admite <strong>el</strong> egoísmo ni <strong>el</strong> orgullo. Es necesario trabajar<br />

despojándose de estas dolencias morales, si se quiere ascender un grado.<br />

Se sabe que en ciertas comarcas los imbéciles, lejos de ser un objeto de desprecio, están rodeados de<br />

cuidados benévolos. ¿No dependería este sentimiento de una intuición d<strong>el</strong> verdadero estado de esos infortunados,<br />

tanto más digno de respeto cuanto que su espíritu, que comprende su situación, debe sufrir al considerarse la<br />

escoria de la sociedad?<br />

En dichas comarcas tienen por un favor y bendición de Dios <strong>el</strong> contar a uno de estos seres entre la<br />

familia. ¿Es quizás una superstición? Es posible, porque entre los ignorantes se mezcla la superstición con las<br />

ideas más santas, que no saben explicarse. En todos los casos es para los padres una ocasión de ejercer una<br />

caridad, tanto más meritoria cuanto que siendo generalmente pobres es para <strong>el</strong>los una carga sin compensación<br />

material.<br />

Existe más mérito en rodear de cuidados afectuosos a un niño desgraciado que a aqu<strong>el</strong> cuyas cualidades<br />

ofrecen una compensación. Pero la caridad d<strong>el</strong> corazón, siendo una de las virtudes más agradables a Dios, atrae<br />

siempre su bendición sobre los que la practican. Ese sentimiento innato entre aqu<strong>el</strong>las gentes equivale a esta<br />

oración: “-Gracias, Dios mío, por habernos dado como prueba <strong>el</strong> sostener a un ser débil, y consolar a un<br />

afligido.”<br />

Ad<strong>el</strong>aida-Margarita Gosse<br />

Esta era una humilde y pobre sirvienta de Normandía, cerca de Harfleur. A los once años,<br />

entró al servicio de unos ricos ganaderos de su país. Pocos años después, una inundación d<strong>el</strong> Sena<br />

se llevó y anegó todas las bestias. Otras desgracias sobrevinieron, y sus amos cayeron en la miseria.<br />

Ad<strong>el</strong>aida encadenó su suerte a la de sus amos, ahogó la voz d<strong>el</strong> egoísmo y, no escuchando sino a su<br />

corazón generoso, les hizo aceptar quinientos francos ahorrados por <strong>el</strong>la, y continuó sirviéndoles sin<br />

salario.<br />

Después, a su muerte, se unió con su hija, que había quedado viuda y sin recursos. Trabajaba<br />

en los campos y llevaba su ganancia a la casa. Contrajo matrimonio, y añadió <strong>el</strong> jornal de su marido<br />

al suyo. Eran dos para sostener a la pobre mujer que <strong>el</strong>la llamaba siempre “¡su ama!” Este sublime<br />

sacrificio duró cerca de medio siglo.<br />

La Sociedad de Emulación de Ruan no dejó en <strong>el</strong> olvido a esta mujer digna de tanto respeto<br />

y admiración. Le concedió una medalla de honor y una recompensa en dinero. Las logias masónicas<br />

de <strong>El</strong> Havre se asociaron a este testimonio de estimación, y le ofrecieron una pequeña suma para<br />

aumentar su bienestar. En fin, la administración local se ocupó de su suerte con d<strong>el</strong>icadeza,<br />

respetando su susceptibilidad.<br />

Un ataque de parálisis se llevó en un instante y sin sufrimiento a este ser benéfico. Los<br />

últimos obsequios le fueron prestados de un modo sencillo, pero decente. <strong>El</strong> secretario de la alcaldía<br />

presidió <strong>el</strong> du<strong>el</strong>o.<br />

Sociedad de París. 27 de diciembre de 1861<br />

P. Evocación. Rogamos a Dios Todopoderoso permita al espíritu de Margarita Gosse se comunique<br />

con nosotros.<br />

R. Sí, Dios tiene a bien hacerme esta gracia.<br />

Página 216

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