02.05.2014 Views

El Cielo y el Infierno

El Cielo y el Infierno

El Cielo y el Infierno

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

<strong>El</strong> guía d<strong>el</strong> médium:<br />

Este hombre no era ateo ni materialista, sino uno de aqu<strong>el</strong>los que creen vagamente, sin<br />

preocuparse de Dios ni d<strong>el</strong> porvenir, dominados como están por los intereses de la Tierra.<br />

Profundamente egoísta, sin duda lo hubiera sacrificado todo para salvar a su hija. Pero por su<br />

provecho personal también sacrificaría sin escrúpulo los intereses de los demás. Fuera de su hija, no<br />

tenía afección por nadie.<br />

Por esto Dios le ha castigado como sabéis. Le ha quitado su único consu<strong>el</strong>o en la Tierra, y<br />

como no se ha arrepentido, tampoco la puede encontrar en <strong>el</strong> mundo de los espíritus. Como no se<br />

interesaba por nadie en la Tierra, tampoco se interesa nadie por él. Está solo, abandonado, ése es su<br />

castigo. Sin embargo, su hija está cerca de él, pero no la ve. Si la viese, no sufriría su castigo. ¿Qué<br />

hace? ¿Se dirige a Dios? ¿Se arrepiente? No, murmura siempre, incluso blasfema. Hace en una<br />

palabra, lo que hacía en la Tierra. Ayudadle con la oración y los consejos a salir de su ceguera.<br />

José Maitre, ciego<br />

José Maitre pertenecía a la clase media de la sociedad. Gozaba de un modesto bienestar que<br />

le ponía al abrigo de las necesidades. Sus padres le habían hecho dar una buena educación y le<br />

destinaban a la industria, pero a los veinte años se quedó ciego. Murió cuando tenía unos cincuenta<br />

años.<br />

Una segunda dolencia vino a herirle. Cerca de diez años antes de su muerte se quedó<br />

completamente sordo. de modo que sus r<strong>el</strong>aciones con los vivos sólo podían tener lugar por medio<br />

d<strong>el</strong> tacto. No ver era ya muy penoso, pero no oír era un cru<strong>el</strong> suplicio para aqu<strong>el</strong> que, no habiendo<br />

gozado de todas sus facultades, debía sentir aún mejor los efectos de esta doble privación. ¿Por qué<br />

había merecido esta triste suerte? No sería por su última existencia, porque su conducta había sido<br />

siempre ejemplar. Era buen hijo, de un carácter dulce y benévolo, y cuando se vio, para colmo de<br />

males, privado d<strong>el</strong> oído, aceptó esta nueva prueba con resignación, y nunca se le oyó pronunciar<br />

una queja. Sus conversaciones denotaban una perfecta lucidez de entendimiento y una int<strong>el</strong>igencia<br />

poco común.<br />

Una persona que le había conocido, presumiendo que se podían sacar útiles instrucciones de<br />

una conversación con su espíritu, le llamó, y recibió de él la comunicación siguiente, en<br />

contestación a las preguntas que se le dirigieron.<br />

París, 1863<br />

Amigos míos, os doy gracias por haberos acordado de mí, aunque quizá no hubierais pensado en<br />

<strong>el</strong>lo, si no hubieseis creído sacar algún provecho de mi comunicación. Pero sé que os anima un<br />

objeto formal. Por esto vengo con gusto a vuestro llamamiento. Puesto que se me permite, dichoso<br />

soy en poder servir a vuestra instrucción. ¡Ojalá que mi ejemplo pudiese aumentar las pruebas tan<br />

numerosas, que los espíritus os dan, de la justicia de Dios!<br />

Me habéis conocido ciego y sordo, y os habéis preguntado lo que había hecho para merecer<br />

semejante suerte. Voy a referíroslo. Sabed desde luego que es la segunda vez que he sido privado<br />

de<br />

la vista.<br />

En mi precedente existencia, que tuvo lugar a principios d<strong>el</strong> último siglo, quedé ciego a la<br />

edad de treinta años, a consecuencia de excesos de todas clases que habían arruinado mi salud y<br />

debilitado mis órganos. Ya era un castigo por haber abusado de los dones que había recibido de la<br />

Providencia, porque estaba ricamente dotado, pero en lugar de reconocer que yo era la primera<br />

causa de mi dolencia, acusaba de ésta a la misma Providencia, en la que, hablando francamente,<br />

Página 222

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!