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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

seducir, sufrirían la misma suerte. Si lo sabía, creó estos áng<strong>el</strong>es con conocimiento de causa, para su<br />

pérdida irrevocable y para la de la mayor parte d<strong>el</strong> género humano. Por más que se haga, es<br />

imposible conciliar su creación, en semejante previsión, con la soberana bondad. Si no lo sabía, no<br />

era todopoderoso. En uno y otro caso, es la negación de dos atributos, sin la plenitud de los cuales<br />

Dios no sería Dios.<br />

12. Si se admite la fatalidad tanto de los áng<strong>el</strong>es como la de los hombres, <strong>el</strong> castigo es una<br />

consecuencia natural y justa de la fatalidad. Pero si se admite al mismo tiempo la posibilidad d<strong>el</strong><br />

rescate, por la vu<strong>el</strong>ta al bien, la entrada en la gracia después d<strong>el</strong> arrepentimiento y expiación, no hay<br />

nada que desmienta la bondad de Dios. Dios sabía que faltaría, que serían castigados.<br />

Pero sabía también que este castigo temporal sería un medio de hacerles comprender su<br />

falta, y redundaría en provecho suyo. Así se hallaría comprobada esta parábola d<strong>el</strong> profeta Ezequi<strong>el</strong>:<br />

“Dios no quiere la muerte d<strong>el</strong> pecador, sino su salvación.”(4) Lo que sería la negación de esta bondad<br />

es la inutilidad d<strong>el</strong> arrepentimiento y la imposibilidad de la vu<strong>el</strong>ta al bien. En esta hipótesis es,<br />

pues, rigurosamente exacto <strong>el</strong> decir que: “Estos áng<strong>el</strong>es, desde su creación, puesto que Dios no<br />

podía ignorarlos, fueron destinados al mal perpetuamente y predestinados a ser demonios, para<br />

arrastrar a los hombres al mal.” 4.Véase cap. VI, nº 25, cita de Ezequi<strong>el</strong>.<br />

13. Veamos, ahora, cuál es su suerte y lo que hacen.<br />

“Apenas hubo estallado su reb<strong>el</strong>ión, en <strong>el</strong> lenguaje de los espíritus, esto es, en sus<br />

pensamientos, fueron desterrados, irrevocablemente, de la ciudad c<strong>el</strong>este y precipitando en <strong>el</strong><br />

abismo.<br />

“Por estas palabras entendemos que fueron r<strong>el</strong>egados a un lugar de suplicios, donde sufren<br />

la pena d<strong>el</strong> fuego, conforme a este texto d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io, que ha salido de la misma boca d<strong>el</strong><br />

Salvador: «Id, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado por <strong>el</strong> demonio y por sus áng<strong>el</strong>es.»<br />

“San Pedro dice expresamente: «Que Dios les ha entregado a las cadenas y a las torturas d<strong>el</strong><br />

infierno, pero no todos quedan allí perpetuamente. Esto no sucederá sino en <strong>el</strong> fin d<strong>el</strong> mundo,<br />

cuando serán encerrados en él con los réprobos. Ahora, Dios permite que ocupen todavía un lugar<br />

en la Creación a la cual pertenecen.» En <strong>el</strong> orden de los hechos, al cual está su existencia. En las<br />

r<strong>el</strong>aciones, en fin, que debían tener con <strong>el</strong> hombre, y de las cuales hacen <strong>el</strong> más pernicioso abuso.<br />

Mientras los unos están en su morada tenebrosa, y sirven en ésta de instrumentos a la justicia<br />

divina, contra las almas desgraciadas que han seducido, multitud de <strong>el</strong>los, formando legiones<br />

invisibles, bajo la dirección de sus jefes, residen en las capas inferiores de nuestra atmósfera y<br />

recorren todas las partes d<strong>el</strong> globo. Están mezclados en todo lo que pasa en la Tierra y toman con<br />

suma frecuencia una parte muy activa en <strong>el</strong>lo.”<br />

En lo que concierne a las palabras de Cristo, sobre <strong>el</strong> suplicio d<strong>el</strong> fuego eterno, ha sido<br />

tratada esta cuestión en <strong>el</strong> Cáp. IV, “<strong>El</strong> <strong>Infierno</strong>”.<br />

14. Según esta doctrina, sólo una parte de los demonios está en <strong>el</strong> infierno. La otra anda<br />

errante, con libertad, mezclándose en todo lo que pasa en la Tierra, complaciéndose en hacer mal, y<br />

esto hasta <strong>el</strong> fin d<strong>el</strong> mundo, cuya época indeterminada no tendrá probablemente lugar tan pronto.<br />

¿Por qué, pues, esta diferencia? ¿Son menos culpables? Seguramente que no. A menos que salgan<br />

de allí por turno, lo que parece resultar de este pasaje: “Mientras los unos están en su morada<br />

tenebrosa y sirven en <strong>el</strong>la de instrumentos a la justicia divina contra las almas infortunadas que han<br />

seducido.”<br />

Sus funciones consisten, pues, en atormentar a las almas que han seducido. Deestose<br />

desprende que no están encargados de castigar a las que son culpables de faltas libre y<br />

voluntariamente cometidas, sino de aqu<strong>el</strong>las que <strong>el</strong>los han provocado. Son a la vez la causa de la<br />

falta y <strong>el</strong> instrumento d<strong>el</strong> castigo. La justicia humana, con ser imperfecta, no admitiría que la<br />

víctima que sucumbe por debilidad, cuando se la hace nacer para tentarla, fuera castigada tan<br />

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