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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

acontecimientos. Era preciso que <strong>el</strong> marinero viera la estr<strong>el</strong>la polar que debe conducirle al puerto.<br />

La prudencia de los espíritus que se han manifestado en la aparición d<strong>el</strong> Espiritismo,<br />

rev<strong>el</strong>ada casi instantáneamente por toda la Tierra en la época más propicia, no es menos evidente<br />

que en <strong>el</strong> orden y la gradación lógica de las rev<strong>el</strong>aciones complementarias sucesivas. No depende<br />

de nadie <strong>el</strong> restringir su voluntad con respecto a <strong>el</strong>lo, porque no miden sus enseñanzas según la<br />

impaciencia de los hombres. No nos basta decir: “Quisiéramos tener tal cosa” para que se nos dé.<br />

Nos conviene aún menos decir a Dios: “Juzgamos que <strong>el</strong> momento preciso ha llegado, para que Vos<br />

nos deis tal cosa, nos juzgamos bastante ad<strong>el</strong>antados para recibirla”, porque esto sería lo mismo que<br />

si dijéramos: “Nosotros sabemos mejor que Vos lo que conviene hacer.” Los espíritus contestan a<br />

los impacientes lo siguiente: “<strong>El</strong> primer lugar, empezad por aprender bien, comprender bien y sobre<br />

todo practicar bien lo que sabéis, a fin de que Dios os considere dignos de que se os enseñe más.<br />

Después, cuando llegue <strong>el</strong> momento, sabremos obrar y <strong>el</strong>egiremos nuestros <strong>el</strong>ementos.”<br />

La primera parte de esta obra, titulada Doctrina, contiene <strong>el</strong> examen comparado de las<br />

diversas creencias sobre <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o y <strong>el</strong> infierno, los áng<strong>el</strong>es y los demonios, las penas y las<br />

recompensas futuras. <strong>El</strong> dogma de las penas eternas se trata de un modo especial y se refuta con<br />

argumentos sacados de las leyes de la misma Naturaleza, que no sólo demuestran la parte ilógica,<br />

repetida cien veces, sino la imposibilidad material. Con las penas eternas caen, naturalmente, las<br />

consecuencias que se creería poder sacar de aquéllas.<br />

La segunda parte encierra numerosos ejemplos en apoyo de la teoría, o mejor dicho, que<br />

han servido para establecer la teoría. Tienen su autoridad en la diversidad de los tiempos y lugares<br />

en donde se obtuvieron, porque si dimanasen de un solo origen, podrían considerarse como<br />

producto de una misma influencia. La tienen, además, en su concordancia con aqu<strong>el</strong>lo que se<br />

obtiene todos los días, por todas partes en donde se ocupan de las manifestaciones espiritistas bajo<br />

<strong>el</strong> prisma formal y filosófico.<br />

Estos ejemplos hubieran podido multiplicarse hasta <strong>el</strong> infinito, porque no hay ningún centro<br />

espiritista que no pueda presentar un número notable de <strong>el</strong>los. Para evitar las repeticiones<br />

fastidiosas, los hemos tenido que <strong>el</strong>egir entre los más instructivos. Cada uno de estos ejemplos es un<br />

estudio en <strong>el</strong> que todas las palabras tienen su importancia y su objetivo para que los mediten con<br />

atención, porque de cada punto brota una luz sobre la situación d<strong>el</strong> alma después de la muerte y <strong>el</strong><br />

tránsito, hasta entonces tan oscuro y temido de la vida corporal a la vida espiritual. Es la guía d<strong>el</strong><br />

viajero antes de entrar en un país nuevo para él. La vida de ultratumba se desenvu<strong>el</strong>ve a su vista<br />

bajo sus aspectos como un vasto panorama. Todos sacarán de <strong>el</strong>lo nuevos motivos de esperanza y<br />

de consu<strong>el</strong>o y nuevos apoyos para afianzar su fe en <strong>el</strong> porvenir y en la justicia de Dios.<br />

En estos ejemplos, tomados en su mayor parte de los hechos contemporáneos, hemos<br />

prescindido de los nombres propios cuantas veces lo hemos juzgado útil, por consideraciones<br />

fáciles de apreciar. Aqu<strong>el</strong>los a quienes puedan interesar estos ejemplos los reconocerán fácilmente.<br />

Para <strong>el</strong> público, nombres más o menos conocidos y algunas veces muy oscuros, de nada hubieran<br />

servido para la instrucción que de aquéllos pueda sacarse.<br />

Las mismas razones que nos hicieron callar los nombres de los médiums en <strong>El</strong> Evang<strong>el</strong>io<br />

según <strong>el</strong> Espiritismo, han hecho que nos abstuviéramos de nombrarlos en esta obra, más por <strong>el</strong><br />

porvenir que por <strong>el</strong> presente. Los médiums no están interesados en <strong>el</strong>lo porque no podrían atribuirse<br />

un hecho en <strong>el</strong> que su propio espíritu no toma ninguna participación. Por otra parte la mediumnidad<br />

no está vinculada a tal o cual individuo. Es una facultad fugitiva, subordinada a la facultad de los<br />

espíritus que quieren comunicarse, que se posee hoy y que al día siguiente puede faltar, que nunca<br />

es aplicable a todos los espíritus sin distinción, y por lo mismo, no constituye un mérito personal<br />

como lo sería <strong>el</strong> talento adquirido por <strong>el</strong> trabajo y los esfuerzos de la int<strong>el</strong>igencia. Los médiums<br />

sinceros, aquéllos que comprenden la gravedad de su misión, se consideran como instrumentos que<br />

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