Las mujeres afrodescendientes y la cultura latinoamericana:
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Introducción<br />
en el tiempo a través de múltiples<br />
canales y que caracterizan <strong>la</strong> realidad<br />
<strong>la</strong>tinoamericana.<br />
Al definir el logro de sociedades más<br />
equitativas como el objetivo esencial del<br />
desarrollo, se coloca en primer p<strong>la</strong>no <strong>la</strong><br />
vigencia de los derechos económicos,<br />
sociales y <strong>cultura</strong>les, que responden a<br />
los valores de igualdad, solidaridad y<br />
no discriminación. Por lo tanto, como<br />
afirmaba Prebisch, el desarrollo será<br />
incompleto mientras persistan formas de<br />
discriminación como <strong>la</strong>s que han imperado<br />
y siguen existiendo en nuestra región en<br />
términos de raza, etnia y género.<br />
Es c<strong>la</strong>ro que <strong>la</strong> desigualdad potencia <strong>la</strong><br />
pobreza. En América Latina se hab<strong>la</strong> de un<br />
exceso de pobreza producto de su exceso<br />
de desigualdad. Hab<strong>la</strong>mos de pobreza no<br />
sólo como una condición socioeconómica<br />
caracterizada por <strong>la</strong> falta de acceso a<br />
ciertos niveles mínimos de ingreso; ser<br />
pobre o excluido implica sobre todo <strong>la</strong><br />
imposibilidad de ejercer plenamente <strong>la</strong><br />
ciudadanía en <strong>la</strong> medida en que se niega<br />
<strong>la</strong> titu<strong>la</strong>ridad de derechos sociales y de<br />
participación.<br />
Por otra parte, esas desigualdades<br />
no sólo son éticamente inadmisibles,<br />
sino que, como ha sido demostrado en<br />
varios trabajos, <strong>la</strong> desigualdad reduce <strong>la</strong><br />
productividad y, por lo tanto, conspira<br />
contra el crecimiento.<br />
Ustedes me dirán que ha habido progresos<br />
en lo que respecta a muchos de estos temas<br />
en <strong>la</strong> región. Y yo no puedo sino estar de<br />
acuerdo: ha habido mejoras en <strong>la</strong> equidad<br />
de género en educación, <strong>la</strong>s <strong>mujeres</strong><br />
tienen una participación creciente en <strong>la</strong><br />
vida política, hay un reconocimiento cada<br />
vez mayor de <strong>la</strong> realidad de los pueblos<br />
indígenas y <strong>afrodescendientes</strong>, y podría<br />
continuar con <strong>la</strong> enumeración. Todos estos<br />
logros hay que celebrarlos, pero no deben<br />
debilitar nuestro compromiso con todo lo<br />
que falta por hacer: todavía estamos lejos<br />
de garantizar los derechos civiles, políticos,<br />
económicos, sociales y <strong>cultura</strong>les a todos<br />
los ciudadanos y ciudadanas de <strong>la</strong> región, en<br />
el marco de un verdadero reconocimiento<br />
de <strong>la</strong> realidad inter<strong>cultura</strong>l.<br />
<strong>Las</strong> enunciadas son, entonces, <strong>la</strong>s tres<br />
razones relevantes para trabajar en los<br />
temas que nos convocan: reparar y eliminar<br />
<strong>la</strong>s inequidades y <strong>la</strong> discriminación;<br />
aprovechar los aportes y <strong>la</strong>s capacidades<br />
de <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción afrodescendiente para<br />
construir sociedades más equitativas a<br />
partir de <strong>la</strong> diversidad y, finalmente, ser<br />
capaces de lograr un desarrollo integral de<br />
nuestras sociedades.<br />
Antes de desarrol<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s características del<br />
seminario que hoy nos ocupa, quisiera<br />
hacer una breve mención a <strong>la</strong> crisis que<br />
sacude a <strong>la</strong> región y que conspira contra <strong>la</strong><br />
equidad y el cumplimiento de los derechos<br />
económicos, sociales y <strong>cultura</strong>les y de<br />
los Objetivos de Desarrollo del Milenio<br />
(ODM).<br />
La crisis en <strong>la</strong> que está sumido el mundo<br />
y a <strong>la</strong> que no escapa <strong>la</strong> región puede dejar<br />
huel<strong>la</strong>s indelebles en nuestra realidad<br />
económica y social, no sólo en términos<br />
de <strong>la</strong> caída del producto y el aumento<br />
del desempleo, sino en lo que respecta a<br />
<strong>la</strong> pobreza y <strong>la</strong> inequidad. Esto es lo que<br />
muestra <strong>la</strong> experiencia de <strong>la</strong> región, ya que<br />
en <strong>la</strong>s épocas ma<strong>la</strong>s los que más pierden<br />
son los que menos tienen. En América<br />
Latina aprendimos duramente esta lección<br />
en <strong>la</strong> crisis de los años ochenta. No sólo<br />
necesitamos que pasaran 25 años para<br />
“recuperar” los niveles de pobreza de<br />
1980, sino que para ello fue necesario que<br />
el ingreso por habitante fuera un 15% más<br />
alto que en aquel entonces. La razón: una<br />
mayor inequidad en <strong>la</strong> distribución del<br />
ingreso en 2005 que en 1980. O sea, en<br />
América Latina <strong>la</strong> pobreza y <strong>la</strong> desigualdad<br />
crecen mucho durante <strong>la</strong>s crisis y,<br />
cuando nos recuperamos, <strong>la</strong> pobreza se<br />
recupera muy lentamente y <strong>la</strong> desigualdad<br />
disminuye más lentamente todavía y, en<br />
algunos países, ¡<strong>la</strong> recuperación no se<br />
produce nunca!<br />
Esto se debe a que durante <strong>la</strong>s crisis,<br />
entre otros factores, se hace más evidente<br />
que nunca <strong>la</strong> ausencia de sistemas de<br />
protección social universales y, además,<br />
disminuye el gasto social. Entonces, los<br />
efectos sobre los grupos que sufren en