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La red oscura - Eduardo Casas Herrer

¿Qué es la web profunda (deep web) o red oscura (dark net)? ¿Hay que tenerles miedo? ¿Es, acaso, como pasear por los bajos fondos de una ciudad? ¿Hemos de cuidar nuestra confianza en la red? No solemos pararnos a pensar cómo funciona un motor de búsqueda de Internet y, precisamente, en su manera de actuar se encuentra su punto débil: la araña. Por mucho que se esfuerce el robot, hay lugares a los que no es capaz de llegar porque no está diseñado para ello. Y de esa red oscura a la que no puede acceder solo es visible el uno por ciento, el resto está escondido, como si de un iceberg se tratara. Negocios ilegales, tráfico de armas y de productos, muertes retransmitidas, pornografía infantil… conforman el lado negativo de Internet; un pozo sin fondo que se abre desde nuestras pantallas. El autor de este libro, miembro del Cuerpo Nacional de Policía, que lleva desde 2004 trabajando en la Unidad de Investigación Tecnológica (UIT), nos explica con notable claridad cómo persiguen sin tregua y sacan a la luz los delitos de ese universo desconocido de la red.

¿Qué es la web profunda (deep web) o red oscura (dark net)? ¿Hay que
tenerles miedo? ¿Es, acaso, como pasear por los bajos fondos de una
ciudad? ¿Hemos de cuidar nuestra confianza en la red?
No solemos pararnos a pensar cómo funciona un motor de búsqueda de
Internet y, precisamente, en su manera de actuar se encuentra su punto
débil: la araña. Por mucho que se esfuerce el robot, hay lugares a los que no
es capaz de llegar porque no está diseñado para ello. Y de esa red oscura a
la que no puede acceder solo es visible el uno por ciento, el resto está
escondido, como si de un iceberg se tratara.
Negocios ilegales, tráfico de armas y de productos, muertes retransmitidas,
pornografía infantil… conforman el lado negativo de Internet; un pozo sin
fondo que se abre desde nuestras pantallas. El autor de este libro, miembro
del Cuerpo Nacional de Policía, que lleva desde 2004 trabajando en la
Unidad de Investigación Tecnológica (UIT), nos explica con notable claridad
cómo persiguen sin tregua y sacan a la luz los delitos de ese universo
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que no está en la edad de consentimiento, como el caso, entre otros, de la<br />

estadounidense Katerina Bardos que, con veinticuatro años, mantuvo una larga<br />

relación sentimental que incluía sexo habitual con su alumno de doce, al que también<br />

suministraba marihuana, hasta que fue detenida a mediados de 2015. Es un caso<br />

paradigmático. <strong>La</strong> pedófila suele tener una sola víctima, al contrario que el varón, en<br />

el que es extraño que no abuse de varios niños, salvo que le resulte imposible el<br />

acceso a ellos.<br />

No obstante, hay mujeres involucradas en la producción de pornografía infantil.<br />

El caso más habitual es aquel en el que se encuentran bajo la influencia de un varón<br />

dominante. Cuando están junto a él ocurren los abusos y, si la relación termina y<br />

dejan de verse, incluso aunque ella siga al cargo del menor, estos desaparecen como<br />

si nunca hubieran ocurrido. Está también el caso de la prostitución infantil que las<br />

madres alientan, estimulan o al menos permiten y no es raro ver en grabaciones<br />

realizadas en el Sudeste Asiático —Tailandia y Filipinas en la mayoría de ocasiones<br />

— a estas junto a sus vástagos. Este es un caso diferente, puesto que no estamos<br />

hablando de un verdadero deseo, sino de una suerte de relación laboral, por<br />

desnaturalizada y reprobable que nos parezca; por supuesto, ilegal y tan perseguible<br />

como aquella que se hace por deseo. El futuro de un niño violado nunca va a ser tan<br />

positivo como el que no lo ha sido, por uno u otro motivo. En España también han<br />

sido detenidas consumidoras y traficantes de estas imágenes, algunas declaradas<br />

pedófilas, como la dueña de un kiosco de Segovia que fue arrestada por la BIT. Son<br />

excepcionales, pero existen, en la misma medida en que la pornografía de adultos<br />

cada vez tiene más aceptación entre el público femenino, sobre todo las nuevas<br />

generaciones que ya han nacido con Internet, con todo el sexo del mundo a un clic de<br />

distancia.<br />

El perfil del individuo envuelto en el tráfico de pornografía infantil es tan variado<br />

como imp<strong>red</strong>ecible. <strong>La</strong> mayoría son hombres —con las excepciones que hemos<br />

detallado— y pertenecen a todas las clases sociales, económicas y culturales. Aparte<br />

de eso, los hay solteros, casados, que comparten piso, con hijos —víctimas<br />

propiciatorias—, sin ellos, etc. En caso de los productores, se puede estrechar el<br />

círculo un poco más. Suelen buscar trabajos y dedicaciones relacionadas con la<br />

infancia como profesores, monitores de tiempo libre, animadores y cualquier otra<br />

donde puedan acceder a un infante.<br />

El caso por antonomasia de este tipo de comportamiento es del Gabriel Jordá<br />

Correcher, que aceptó una condena de seis años de prisión por la Audiencia<br />

Provincial de Valencia por producir y distribuir pornografía de menores de trece años,<br />

con el agravante de ser su cuidador. Este individuo orientaba toda su actividad al<br />

contacto con niños. Estudiaba magisterio, realizaba prácticas en colegios, era payaso<br />

y animador cultural, organizaba campamentos de verano y daba clases particulares<br />

gratuitas. Aprovechaba toda situación en la que se quedaba a solas con sus alumnos<br />

para desnudarlos y azotarlos (práctica que se conoce por su nombre en inglés de<br />

www.lectulandia.com - Página 45

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