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17.
La dificultad para hablar
con el corazón en la mano
No siempre podemos hablar con el corazón. Pero precisamente en algunas ocasiones
deberíamos decir lo que llevamos dentro y nos sale del corazón. Esto podría ser, por
poner un ejemplo, un rito de cumpleaños.
En un cumpleaños podemos decir las fórmulas acostumbradas de felicitación. Pero
también podemos expresar lo que desde mucho tiempo atrás quisiéramos haber dicho
alguna vez y que, sin embargo, nunca nos hemos atrevido a decir, por miedo a desnudar
demasiado nuestro corazón ante los otros. De este modo, un rito es una buena
oportunidad para decir al niño en su cumpleaños algo que salga del corazón. Las
palabras no deben ser una vacía lisonja, sino expresión de lo que hemos visto en el otro,
lo que significa para nosotros, lo que nos da y lo que de alentador encontramos en él. Y
deben ser palabras que expresen lo que para él deseamos desde lo más profundo del
corazón.
Encontramos las palabras adecuadas si nos ponemos en el lugar del otro y si
escuchamos también a nuestro propio corazón: ¿qué regusto deja el otro en nuestro
corazón? ¿Qué resonancias oímos cuando, mirándole, escuchamos a nuestro interior?
La superficialidad de las palabras se percibe con frecuencia en momentos de
despedida. Y qué gratificante es cuando realmente se dicen palabras que, de otro modo,
no se dirían nunca. Esto vale para la despedida tras unas vacaciones, para la despedida
tras una convivencia bastante prolongada, para la despedida de la empresa o de los
vecinos que se trasladan. Cuando en la empresa es despedido un jefe de departamento
porque la dirección lo rechaza, a menudo se dicen palabras insinceras. El jefe de
departamento es «despedido entre aplausos». Sin embargo, al mismo despedido esas
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