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13.
Lenguaje y protesta
Cuando decimos protesta, creemos que siempre está dirigida contra alguien. Pero la
palabra significa propiamente «presentarse públicamente como testigo», «afirmar algo
públicamente». En la palabra protesta están el verbo testari, que quiere decir «ser
testigo», «atestiguar», y el prefijo pro-, que puede significar tanto «ante, delante de»
como «por/a favor de».
Doy testimonio ante otros y anuncio algo a favor de otros. No presento pruebas
contra alguien, sino a favor de alguien y de algo. Muchos poetas y escritores entienden
sus poemas y sus novelas como protesta contra la opinión predominante. Pero en la
protesta auténtica nunca está la intención de hablar contra alguien, sino que se trata del
compromiso a favor de alguien o de una buena causa. Mi poema o mi artículo se
convierten en protesta por cuanto esa poesía o ese artículo –contra el punto de vista
ampliamente extendido– atestiguan una manera distinta de pensar o de hablar. La
verdadera protesta no acusa de algo, sino que atestigua algo. Pero lo hace
conscientemente en confrontación con otras opiniones y palabras.
La protesta tiene la misión de poner en cuestión formas de hablar y de pensar que se
han infiltrado en la cabeza de la gente. Los profetas del Antiguo Testamento, frente a los
vítores de quienes siguen ciegamente a los reyes, pretenden llamar la atención sobre la
situación política y religiosa del país: no todo está tan bien como cree la gente que trae
sus ofrendas al templo. De este modo, la protesta se puede convertir también en
acusación que busca sacudir a la gente.
El profeta Amós tiene que hablar abiertamente un lenguaje crudo para que lo
escuchen. Porque la gente se arrulla muchas veces en sus ilusiones. No quiere ver la
realidad como es. Por eso Amós acusa a los ricos: «Contemplad el tráfago en medio de
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