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EL ARTE DE HABLAR Y DE CALLAR. Por una nueva cultura del lenguaje - Anselm Grun

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En esta situación, la intervención del varón, además de en su nivel objetivo, se

puede entender en relación con las otras tres dimensiones, de la siguiente manera: como

incitación a arrancar (nivel de apelación), como intención del copiloto de ayudar a la

mujer que va al volante o también como demostración de la superioridad del copiloto

sobre la mujer (nivel de relación) o bien como manifestación de que el copiloto tiene

prisa y está impaciente (automanifestación).

Evidentemente, la mujer ha interpretado el mensaje de su marido como

menosprecio o como tutela. Por eso reacciona con despecho, dispuesta a atizar el fuego

de una discusión de principio: ¿quién conduce ahora: él o ella? Y en su expresión hay

también una apelación, una llamada: si conduzco yo, déjame conducir como mejor me

plazca; no te inmiscuyas en mi manera de conducir.

Schulz von Thun puede describir este modelo de cuatro lados también como

«modelo de cuatro oídos». Con esta expresión piensa que todo oyente debe oír el

mensaje del otro siempre con equilibrio entre el «oído para el objeto», el «oído para la

relación», el «oído para la automanifestación» y el «oído para la apelación». Sin

embargo, esto raras veces sucede. Muchas personas solo oyen con el oído para la

apelación. Por ejemplo, la pregunta del marido «¿Queda todavía cerveza?» no la oye la

mujer con el oído para el objeto. Entonces le podría dar la información correcta. Pero

tampoco la oye con el oído para la automanifestación. En ese caso preguntaría:

«¿Todavía tienes sed?». Más bien es frecuente que la oiga con el oído para la apelación y

tal vez también con el oído para la relación. En la pregunta oye enseguida el reproche de

que se ha preocupado poco por la cerveza. A la inversa, puede también suceder que el

que habla –inconsciente o, muchas veces, también conscientemente– combine y mezcle

en su comunicación los diferentes niveles de las noticias.

Con qué oídos oímos depende también de la historia de nuestra vida. Cuando las

personas, en su niñez, en cada comunicación de los padres han oído solo una exigencia o

un reproche, de mayores oyen sobre todo con el oído para la apelación. Y en todas las

preguntas del otro se sienten puestos en tela de juicio.

Un hombre llega a casa por la tarde y pregunta a su mujer: «¿Cómo estás? ¿Qué has

hecho hoy?». En esta pregunta el marido pone todo su interés por su mujer y quiere

simplemente saber cómo ha pasado el día y cómo le han ido las cosas. La pregunta es

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