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Reflexiones finales:
«El lenguaje habla»
El filósofo Martin Heidegger, en un discurso sobre la lengua, prescinde de todas las
teorías del lenguaje y se centra únicamente en la meditación de la sentencia «El lenguaje
habla». Esto suena demasiado simple. Pero pone de manifiesto algo del misterio de la
lengua. Ninguna de las teorías lingüísticas nos vale ya para entender el lenguaje que
hablamos diariamente.
En esta obra no he explorado toda la riqueza del lenguaje. Como se hizo notar en
nuestro encuentro preparatorio de este libro, me he limitado simplemente a lo que a mí
mismo me preocupa cuando pienso en el lenguaje. Yo hablo diariamente con personas:
muchas veces, con toda sencillez, a mis colaboradores en la administración; en
ocasiones, con estilo más culto en mis conferencias. Hablo como encargado de la liturgia
y manejo el lenguaje escribiendo. Al escribir, intento dar con un lenguaje que esté a tono
con mi personal sensibilidad y que, al mismo tiempo, diga algo a las personas para las
que escribo.
Cuanto más tiempo llevo escribiendo, tanto más me siento en camino hacia el
lenguaje. Todavía no he encontrado el lenguaje que presente las cosas de tal manera que
en él se haga perceptible el mismo ser y que, a través de él, la persona llegue a penetrar
en su propia esencia.
Martin Heidegger da vueltas una y otra vez a la relación entre decir, ser y esencia.
En las tres lecciones en las que interpreta un poema de Georg Trakl, vuelve una y otra
vez sobre el último verso: «Cosa alguna no hay do la palabra falla». Sin el lenguaje no
percibimos la realidad, el ser no sale para nosotros. Y Heidegger concluye su lección con
la referencia al lógos. «Pero la misma palabra lógos, como tal palabra, es al mismo
tiempo palabra para el decir y palabra para el ser,es decir, para la presencia de lo que
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