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6.
Lenguaje y fe
Un poeta que como ningún otro luchó por la autenticidad del lenguaje fue el poeta judío
Paul Celan. Gerhardt Baumann, profesor de Filología Germánica en Friburgo, ha
reflexionado muy a menudo con Paul Celan sobre el secreto del lenguaje. De este poeta
de exquisita sensibilidad dice Baumann que «jamás utilizó una palabra con descuido; en
cada una de ellas percibía todavía la multiplicidad de imágenes originarias. Luchó contra
la falta de memoria del lenguaje coloquial e intentó agrupar por ramas las significaciones
de una palabra intercambiables entre sí» (Baumann 34).
En sus palabras, Paul Celan intentó «sacar a la luz lo que aún no está patente, lo que
se ve pero todavía no se puede reconocer» (ibid. 100). Paul Celan no se calificaba a sí
mismo de persona creyente. Pero la fe en el lenguaje no la perdió nunca. Para él, el
lenguaje era «revelación y conciencia, aventura y refugio: lo único que no se puede
perder» (ibid. 97). Baumann habló con Paul Celan sobre la conexión entre fe, poesía y
pensamiento. «Analizamos cómo en un factor se revela el otro, cómo todo remite a lo
demás, cómo una fe sin lenguaje es tan sinsentido como el lenguaje sin fe» (ibid. 101).
Me parece que este es un punto de vista importante. No existe fe alguna sin
lenguaje y no hay ningún lenguaje sin fe. La fe se expresa siempre en el lenguaje. Pero
todo lenguaje delata también la fe o la falta de fe del que habla.
Cuando Pedro, desde el atrio del sumo sacerdote, quiso observar lo que le estaba
sucediendo a Jesús, la gente que estaba allí le dijo: «Verdaderamente tú también eres uno
de ellos. Tu lenguaje te delata» (Mt 26,73). En griego se dice aquí «tu lália, tu forma de
hablar, te deja al descubierto, delata quién eres». Nuestro lenguaje nos delata: delata
quiénes somos y qué es lo que creemos y si en absoluto creemos.
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