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EL ARTE DE HABLAR Y DE CALLAR. Por una nueva cultura del lenguaje - Anselm Grun

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sobre la realidad: le dan un sentido, y ese sentido busca ser entendido. La trabazón de la

disertación o discurso, su estructura lógica, la claridad de la exposición: todo eso tiene

como meta la comprensión lógica. El filósofo Hans-Georg Gadamer ha entendido el

lenguaje como exégesis de la realidad. Y exégesis, para él, es siempre comprensión,

inteligencia.

La tercera palabra, sprechen [conversar], es afín a la palabra sueca spraka, que

significa «chisporrotear, crepitar». Es una palabra onomatopéyica. Significa también

«romper», «estallar», «arrancar». Cuando converso, algo se arranca de mí. Entrego mi

talante interior, lo dejo a merced del oyente, y mis sentimientos se hacen oír. Esta

palabra onomatopéyica corresponde al griego laleîn, que procede del balbuceo del niño.

Disertar corresponde al griego légein; conversar, a laleîn. La lengua [Sprache] procede

realmente de hablar/conversar [sprechen]. Quiere decir que el lenguaje es siempre

experiencia, emoción, pasión, amor... hechos sonido.

«El lenguaje no aparece solo como ayuda a la manifestación y representación

gráfica de una cosa; es un fenómeno que, al comenzar, arranca del silencio: la palabra, la

frase, el discurso arrancan del silencio y recaen en él. La lengua (re)suena» (Halder 44s).

El filósofo Alois Halder prosigue describiendo este resonar del lenguaje: «Algo resuena

cuando su forma y su figura se siente impactada y removida hasta en lo más íntimo,

cuando se estremece bajo una suave caricia o un duro golpe» (ibid. 45). El lenguaje

resuena y de nuevo recae en el silencio. Esto pertenece a la esencia del lenguaje. Así lo

ha visto también Romano Guardini: «A la esencia de todo lenguaje pertenece su

referencia al silencio... Porque en realidad solo puede hablar el que puede callar, lo

mismo que solo a aquel que puede hablar le es posible un auténtico silencio... Sin

relación con el silencio, la palabra se convierte en palabrería; sin relación con la palabra,

el silencio se convierte en necedad» (Guardini 15s).

Junto al callar, forma también parte esencial del hablar el escuchar. El hablar busca

ser escuchado. El hablar no puede caer en el vacío: «El hablar da parte [comparte] y el

escuchar toma parte [participa] en cómo se siente uno bajo el contacto y la emoción, bajo

las caricias y los golpes, bajo los mimos y el zarpazo. Hablar y escuchar son, si nos

fijamos bien, dar y tomar parte en el movimiento anímico, en el latido del corazón de las

personas y de las cosas» (Halder 45). El que habla expresa su emoción y la comparte con

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