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EL ARTE DE HABLAR Y DE CALLAR. Por una nueva cultura del lenguaje - Anselm Grun

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palabras hipócritas le suenan interiormente a sarcasmo. Se siente ofendido. A veces, sin

embargo, no se encuentra ninguna palabra para expresar la despedida. También esto

produce dolor y muestra que en esa empresa no hay ninguna cultura del compañerismo

ni ningún sentido del aprecio.

Especialmente importantes son las palabras que salen del corazón en la despedida

definitiva de la muerte. Me cuentan algunos médicos que los familiares de un enfermo

grave les suelen prohibir decirle la verdad sobre su estado. Los familiares saben en

verdad que el enfermo va a morir pronto. Pero se comportan como si todo estuviese en

orden. Hablan con superficialidad de la próxima excursión que van a hacer tan pronto

como el enfermo vuelva a casa. Sin embargo, el enfermo sabe que no va a volver nunca

más a casa. Con él solo hablan de cosas triviales. Pero él anhela hablar de lo que

importa. Le gustaría decir lo que quisiera dejarles como últimas palabras y última

voluntad; le gustaría darles su bendición.

En una charla superficial es absolutamente imposible decir estas palabras cordiales.

Se le quedan a uno atascadas en la garganta. Sin embargo, tan pronto como el enfermo

ha muerto efectivamente, los familiares reconocen la oportunidad que han perdido.

Para determinadas palabras hay tiempos determinados. Si se desaprovecha ese

momento, ya nunca se pueden decir esas palabras. La despedida de un moribundo lo

muestra con toda claridad. Se consideraría exitosa una despedida en la que el enfermo

dijera las palabras que nunca en su vida había pronunciado, en la que diera las gracias a

familiares y amigos, les dijera lo que habían significado para él y los bendijese.

Las palabras de bendición de una persona en trance de muerte son verdaderamente

palabras que salen del corazón y van al corazón. Tras la muerte sin una despedida así,

con frecuencia a los familiares se les cae la venda de los ojos. Reconocen la oportunidad

que han desperdiciado y las palabras que les han quedado por decir. No han dicho al

moribundo, la bendición que él ha sido para ellos, el ejemplo que les ha dejado y lo que

ha significado para todos. Y no le han expresado ningún buen deseo para su último viaje.

Tales palabras no dichas dejan en los familiares sentimientos de culpa. Se les hace

un nudo en la garganta. No pudieron pronunciar las palabras que se atascaron en ella.

Así que ahora estas bloquean la garganta. Ahora es cuando se reconoce la oportunidad

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