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su actitud. Oír adecuadamente significa no juzgar, sino acoger interiormente lo que el
otro dice.
Oír hace posible el encuentro personal. Escucho a la persona. Oigo a la persona. Al
oírla, puedo entenderla. Oír me libera del aislamiento. Ahora bien, oímos siempre con
nuestros prejuicios. Por eso se necesita cuidado al oír y disposición para escuchar
realmente y corresponder al otro. Karl-Heinz Kleber, en su artículo sobre el escuchar,
opina que escuchar exige atención: «En la palabra griega ‘akouéin resuena ese tener-queesforzarse,
el empeño» (Kleber 636).
Es agradable hablar con una persona que escucha bien. La conversación se hace por
sí misma cada vez más profunda y llega a tocar más y más el corazón. Al contrario,
resulta sumamente desagradable hablar con personas que no escuchan. En esos
momentos tengo la impresión de que tales personas ni se escuchan a sí mismas ni a su
interlocutor. Del interlocutor solo escuchan palabras-clave sobre las que poder dar
cuerda a sus interminables monólogos. Le inundan a uno con un aluvión de palabras. Y
no aguantan ni una pausa. Tienen que estar continuamente hablando. Evidentemente, no
se escuchan a sí mismas. Posiblemente a esas personas les da pánico escuchar a su
corazón y a su alma. Así que solo dicen banalidades y tópicos. Para esa persona, en ese
momento, no soy su interlocutor, sino solo un instrumento que utiliza para calmar su
necesidad de hablar. Percibo en ella miedo a un encuentro personal: consigo misma y
conmigo. E intento escapar lo más rápidamente posible de esta sumamente desagradable
manipulación. Un encuentro de persona a persona en la conversación, transforma. Un
charloteo que, sin escuchar, solo echa un velo sobre todo, incita a huir de la cháchara.
Me incita a buscar refugio en el silencio y en la soledad.
Los griegos reflexionaron sobre la escucha. Para ellos, oír era «un suceso afectivo»
(Mayr 1031). Las voces y los sonidos, creían los antiguos griegos, no llegan al cerebro
sino al diafragma y allí provocan sentimientos. El oír tiene que ver, sobre todo, con un
sentirse-afectado interiormente. Por eso, el filósofo e investigador de la naturaleza
Teofrasto de Ereso, califica al sentido del oído como el más emocional de todos los
sentidos. Las emociones pasan por la escucha. Al oír, participo de las emociones del
otro. Y en la escucha mutua se excitan nuestras emociones para así ponernos en
movimiento.
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