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16.
Lenguaje y poder
La ciencia de las religiones conoce el poder de la palabra. En época primitiva, cuando
aún no se decían tantas palabras, se atribuía siempre a la palabra un poder efectivo. La
palabra hace lo que dice. Esto se muestra, por ejemplo, en la palabra creadora de Dios.
La Palabra de Dios crea la realidad.
Para nosotros esto significa: con nuestras palabras, creamos igualmente una
realidad. Toda novela crea una realidad propia. Pero también en cada conversación
creamos con nuestras palabras una realidad. Marcamos una atmósfera. Con nuestras
palabras creamos un clima determinado.
Muchas veces notamos esto en el espacio. Cuando entramos en un recinto en el que
se está desarrollando una conversación agradable, nos sentimos a gusto allí. Pero el
efecto sobre el espacio se mantiene todavía después de la conversación. Cuando
entramos en un sitio en el que se ha discutido mucho, nos sentimos a disgusto allí.
El lenguaje imprime su sello en los espacios en los que vivimos y trabajamos. Un
lenguaje conciliador crea una atmósfera de paz y de perdón. Un lenguaje que se habla
sobre el trasfondo de una dura represión divide y crea incluso en los espacios un clima
negativo. Efectivamente, hay incluso investigaciones según las cuales las palabras de
bendición –buenas palabras– que se pronuncian sobre el agua modifican la estructura del
agua. Antiguamente, los curanderos orantes decían su conjuro sobre las heridas y
esperaban de todo ello la curación. Hay experimentos que muestran que las palabras
pueden ejercer influjo incluso sobre las plantas.
La ciencia de las religiones distingue entre palabras de bendición y palabras de
maldición, entre juramento y conjuro. Y conoce encantamientos y palabras mágicas.
Cuando en el Antiguo Testamento Isaac bendice a su hijo Jacob, esas palabras realizan
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