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Günter Grass reprocha a Handke su intimismo y su mimosa sensibilidad lingüística.
Pero este reproche solo muestra que Peter Handke había dado en el blanco con su
calificativo de «impotencia descriptiva». El lenguaje pretende no solo describir con
realismo, sino también llegar a palpar lo nuclear de las cosas y hacerlas objeto de
experiencia (cf. Höller 42-46). Pretende revestir de palabras el misterio que anida en las
cosas.
Los libros que le gusta leer a la librera de nuestro encuentro penetran en un mundo
interior, en el mundo de su propia alma. Así, en el lenguaje de los libros, descubre el
lenguaje de su propio espíritu, del que muchas veces no es consciente. Tiene la sensación
de que el libro expresa algo que ella lleva mucho tiempo sintiendo interiormente, pero
para lo que aún no ha encontrado ninguna palabra. Cuando esto sucede, lee un libro que
le resulte congruente.
Pero hay también otra experiencia: muchos libros, en un primer momento, no le
dicen nada a uno. Sin embargo, un par de años más tarde vuelve a coger el libro en sus
manos y, de repente, le impacta: da respuesta a las preguntas que en ese momento le
inquietan. Que un libro nos interpele o no, depende muchas veces de la situación anímica
del momento. Hay libros que caen en nuestras manos en el momento adecuado y libros
que no nos dicen nada precisamente porque estamos en otra situación.
Cuando hoy leo libros que leí hace algunos años, descubro en ellos páginas
completamente diferentes. Muchas veces pienso que no había leído nunca el libro o que
lo había leído de otra manera. Hoy me hablan palabras distintas de las de hace veinte
años.
El cantautor de nuestro encuentro inicial citaba la expresión de una reunión sobre
canciones espirituales modernas: «Muchas canciones saben demasiado». Tienen un
lenguaje cerrado. Y muchas veces su lenguaje es plano. Hablan de Dios como si lo
supieran todo de Él. Así se banaliza el misterio del Dios incomprensible. Un lenguaje así
de plano expresa también de manera plana las irregularidades y los accidentes del
camino de la fe.
Yo mismo he trabajado mucho tiempo con jóvenes. En aquellos tiempos nos
gustaba cantar en las convivencias los cantos juveniles modernos. Entonces caí en la
cuenta de la diferencia. Muchas canciones, en algún momento, quedaban anticuadas. Ya
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