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19.
Palabras y oración
En la oración hablamos con Dios. Muchas personas ya no saben qué lenguaje deben usar
con Dios. Recuerdan todavía oraciones infantiles. Pero tan pronto como quieren hablar
personalmente con Dios, solo se les ocurren palabras banales. Si dicen esas palabras,
notan que son cáscaras vacías, que han perdido el verdadero lenguaje para con Dios.
En tales situaciones, podemos ayudarnos de las palabras que la misma Biblia nos
ofrece para la oración. Estas son, sobre todo, los salmos. Pero también el lenguaje de los
salmos le resulta extraño a mucha gente. Con frecuencia, los salmos no contienen
ninguna palabra piadosa sino palabras que expresan nuestros sentimientos: nuestra
desilusión, nuestra desesperanza, nuestro miedo, pero también nuestra confianza y
nuestra esperanza y amor.
Juan Casiano, abad y escritor de los primeros tiempos del cristianismo, piensa que,
al recitar los salmos, deberíamos como versificarlos por nosotros mismos. Así se
convierten en palabras nuestras. Con esas palabras «prefabricadas» expresamos nuestra
propia vida y la revestimos de palabras ante Dios. Las palabras de los salmos son
palabras que nos ponen en contacto con nuestra propia alma; también con las zonas que
con frecuencia quisiéramos ocultar ante Dios porque no son tan agradables. Tres
aspectos me parecen importantes en el lenguaje de los salmos:
Notker Füglister, mi profesor de Antiguo Testamento en San Anselmo (Roma),
indica una y otra vez que el lenguaje de los salmos es, en primer lugar, un lenguaje
evocador. El lenguaje de los salmos me evoca sentimientos que tengo reprimidos. Me
pone en contacto con experiencias que he relegado al subconsciente. Abre en mi alma
espacios de experiencia que, con frecuencia, en la vida diaria están clausurados.
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