08.10.2022 Views

EL ARTE DE HABLAR Y DE CALLAR. Por una nueva cultura del lenguaje - Anselm Grun

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

vez, cuando los parientes de Jesús quieren hablar con él, remite a sus oyentes a su nueva

familia: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la

cumplen» (Lc 8,21).

Ambas cosas van juntas: oír y hacer, hablar y obrar. Hoy a muchos moralistas se les

echa en cara que «es más fácil predicar que dar trigo» [1] . Este refrán se refiere a

personas cuyos dichos no coinciden con sus hechos. A la larga, tales personas nos

resultan poco creíbles.

Naturalmente, todos corremos el peligro de que nuestras obras no siempre

coincidan plenamente con nuestro discurso. Por eso no deberíamos fanfarronear, sino

hablar con modestia. El peligro está en que los más grandes moralistas muchas veces no

hacen ellos mismos lo que exigen a los demás. El psicoanalista C. G. Jung opina que el

moralista tiene que hablar tan enérgicamente contra el mal porque teme el mal que hay

en su corazón; que tiene que defender la moral con tanto rigor porque percibe lo que hay

de inmoral en su propio corazón, pero no quiere admitirlo. Por eso nos sentimos

escépticos cuando alguien lanza palabras demasiado grandilocuentes. Entonces, está

siempre en peligro de caer en una contradicción entre sus dichos y sus hechos.

Nuestras obras no coincidirán nunca totalmente con nuestro discurso. Pero debería

quedar bien claro que lo que decimos intentamos también vivirlo. Lo que predicamos a

otros nos lo decimos siempre y en primer lugar a nosotros mismos. Si los oyentes ven

que nos esforzamos por hacer concordar nuestro decir y nuestro hacer, nos percibirán

como auténticos. No es auténtico el hombre perfecto, sino el que honestamente intenta

hacer coincidir sus hechos con sus dichos.

Pero decir y hacer tienen otra correlación más. Ambos radican en el pensamiento.

Primero pensamos mal de los otros, luego hablamos despectivamente de ellos y

finalmente sigue una conducta agresiva o hiriente.

El modo en que hablamos de otras personas no queda oculto. Se refleja en nuestro

porte. Aun cuando exteriormente no hagamos al otro ningún daño, él percibe en nuestro

talante qué hemos dicho de él y cómo. El discurso repercute inmediatamente en nuestra

actitud y luego también en nuestra conducta.

Cuando hablo con representantes de empresas, me fijo siempre con mucha atención

en el modo en que hablan de otras marcas. Y cuando estoy en comunidades religiosas,

81

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!