You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
15.
Hablar y callar
Los monjes primitivos consideraban el silencio como su más importante camino
espiritual. Pero precisamente a estos monjes, expertos en silencio, venían muchas
personas de Roma y de todas las comarcas del Imperio romano de entonces para oír unas
palabras. Y con mucha frecuencia los monjes les negaban sus palabras; sobre todo,
cuando notaban que tales personas venían solo por curiosidad.
Al abad Teodoro le llega una vez un hermano buscando oír de él unas palabras. Sin
embargo, el abad guarda silencio durante tres días. Cuando sus discípulos se lo
reprochan, les responde: «Es verdad, no he querido hablarle. Es un presuntuoso que
quiere darse tono con palabras ajenas» (Instrucción de los Padres, 270). La condición
para que los monjes diesen unas palabras suyas era la disposición del oyente a cumplirla.
Así, el abad Filikas dice a personas que querían escuchar de él unas palabras: «Ya no
hay palabras. Antes, cuando los hermanos preguntaban a los mayores y hacían lo que
estos les decían, Dios les inspiraba lo que debían decir. Pero hoy día, que ciertamente se
pregunta pero no se hace lo que se oye, Dios ha retirado a los mayores el don de la
palabra y no encuentran lo que tienen que decir porque no hay nadie que lo ponga en
práctica» (ibid. 231).
Un motivo por el que los hermanos niegan las palabras reside en Dios mismo. Dios
mismo no inspira a los padres ninguna palabra cuando a ellos vienen solo personas que
no están dispuestas a seguir lo que les dicen. La palabra por la palabra no tiene valor
para los monjes. Para ellos, una palabra solo tiene importancia cuando también se pone
en práctica. Los monjes toman a pecho la palabra de Jesús: «Quien escucha estas
palabras mías y las pone en práctica se parece a un hombre prudente que edificó su casa
sobre roca» (Mt 7,24).
92