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EL ARTE DE HABLAR Y DE CALLAR. Por una nueva cultura del lenguaje - Anselm Grun

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La primera condición es que las personas que hablan entre sí hayan experimentado

muchas cosas. Hablan desde su propia experiencia. No repiten lo que otros han dicho,

sino que expresan lo que su corazón, en lo más íntimo, ha vivido, experimentado,

barruntado.

La segunda condición es que la conversación esté abierta a lo celeste.

Evidentemente, Hölderlin quiere decir con esto estar abierto a su Dios, a lo trascendente.

Una buena conversación abre también el cielo sobre nosotros. Palpamos algo que nos

sobrepasa. En ese momento no solo surge una comunidad entre los interlocutores, sino

también con Aquel al que siempre se está aludiendo: Dios.

Estas son las dos condiciones para que una conversación tenga éxito. Ahora, dos

cuadros describen la conversación:

Primer cuadro: no solo mantenemos una conversación: somos una conversación.

Los interlocutores no están forzados a hablar bien el uno con el otro, a argumentar

adecuadamente, a escucharse correctamente, sino que ambos son una conversación. No

están sometidos a ninguna presión de tener que llevar a cabo un buen diálogo. Ambos

son auténticos. Están sobre sí mismos y a la vez en sintonía con el otro. Expresan lo que

nace en su corazón, sin ninguna presión de querer impresionar con las palabras. Así es

como nace una conversación. Se hacen uno entre sí. Experimentan la comunidad en el

hablar porque cada uno ex-pone su corazón.

Segundo cuadro: no solo se escuchan el uno al otro. No son solo buenos oyentes.

Más bien, oyen el uno del otro. Oír uno de otro significa para mí «tomo para mí algo del

otro». Oír el uno del otro significa participar en los orígenes del otro: en su historia, en

su experiencia, en su talante, en sus raíces, en su corazón.

Cuando oigo del otro, llego hasta el punto de partida del que él sale, el fondo radical

del que vive. En una conversación, en un diálogo, participamos uno del otro. Y así, en la

conversación nace algo nuevo. Por la participación nace comunidad, interés, com-partir

el uno con el otro. Cuando oímos el uno del otro, nos pertenecemos el uno al otro.

Otorgamos escucha al otro y así escuchamos algo de él y, a la vez, de nosotros mismos.

Tomamos el uno del otro; y eso nos gratifica.

Hans-Georg Gadamer, discípulo de Martin Heidegger y filósofo de la hermenéutica,

arte de la interpretación, piensa que no es que nosotros mantengamos una conversación

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