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Coetzee, J.M. – Infancia

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deslizan el ataúd, apoyado en largas varas, en la fosa. Para su<br />

sorpresa, no lo bajan al interior de la tumba <strong>–</strong>hay que esperar, según<br />

parece, a los sepultureros<strong>–</strong>, pero el director de la funeraria indica<br />

discretamente que ellos pueden echar un puñado de tierra encima.<br />

Empieza a lloviznar. Todo ha concluido; pueden irse si quieren, pueden<br />

volver a sus propias vidas.<br />

En el camino de regreso hacia la verja, entre hectáreas de tumbas<br />

nuevas y viejas, va detrás de su madre y del primo de esta, el hijo del<br />

tío Albert, que hablan en voz baja. Se da cuenta de que tienen los<br />

mismos andares costosos. El mismo modo de levantar las piernas y<br />

dejarlas caer pesadamente, la izquierda y luego la derecha, como<br />

campesinos con zuecos. Los Du Bici de Pomerania: labriegos del campo,<br />

demasiado lentos y pesados para la ciudad; fuera de lugar.<br />

Piensa en la tía Annie, a la que han abandonado aquí en la lluvia, en un<br />

Woltemade dejado de la mano de Dios; piensa en las largas garras<br />

negras que le cortó la enfermera en el hospital, que nadie cortará más.<br />

«Sabes tanto», le dijo la tía Annie una vez. No era un simple halago:<br />

aunque tenía los labios fruncidos en una sonrisa, estaba sacudiendo la<br />

cabeza al mismo tiempo. «Tan joven y sin embargo sabes tanto. ¿Cómo<br />

vas a poder guardarlo todo en la cabeza?», y se inclinó y le dio unos<br />

golpecitos en el cráneo con un dedo huesudo.<br />

El chico es especial, le dijo la tía Annie a su madre, y su madre se lo<br />

dijo a él. Pero ¿especial en qué sentido? Nadie lo dice nunca.<br />

Alcanzan la verja. Ahora llueve más fuerte. Antes de que puedan coger<br />

sus dos trenes, el tren para Salt River y luego el tren para Plumstead,<br />

tendrán que caminar bajo la lluvia hasta la estación de Woltemade.<br />

El coche fúnebre los pasa. Su madre levanta la mano para pararlo,<br />

habla con el director de la funeraria. «Nos acercarán al pueblo», dice.<br />

De modo que tiene que subirse al coche fúnebre y sentarse apretujado<br />

entre su madre y el director de la funeraria, viajando por la Voortrekker<br />

Road, odiándola por ello, rezando por que nadie de su colegio lo vea.<br />

<strong>–</strong>La señorita era profesora de escuela, creo <strong>–</strong>dice el director de la<br />

funeraria. Habla con acento escocés. Un inmigrante: ¿qué puede saber<br />

un inmigrante de Sudáfrica, de gente como la tía Annie?<br />

Nunca ha visto un hombre más velludo. Le brota pelo de la nariz y de<br />

los oídos, le sale a manojos de los puños almidonados.<br />

<strong>–</strong>Sí <strong>–</strong>dice su madre<strong>–</strong>: enseñó durante unos cuarenta años.<br />

<strong>–</strong>Entonces dejó algo bueno <strong>–</strong>dice el director de la funeraria<strong>–</strong>. Una noble<br />

profesión, la enseñanza.<br />

<strong>–</strong>¿Qué pasó con los libros de la tía Annie? <strong>–</strong>le pregunta a su madre más

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