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Coetzee, J.M. – Infancia

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devoradora.<br />

Conoce mejor Vóelfontein en verano, cuando yace aplastada bajo la luz<br />

uniforme y cegadora que se derrama del cielo. Aun así, Vóelfontein<br />

también tiene sus misterios, misterios que no pertenecen a la noche y a<br />

la penumbra sino a las tardes calurosas, cuando los espejismos bailan<br />

en el horizonte y el aire canta en sus oídos. Entonces, cuando todos los<br />

demás están echando la siesta, aturdidos por el calor, puede salir de<br />

puntillas de la casa y trepar la colina hasta llegar al laberinto de muros<br />

de piedra de los rediles que pertenecen a los viejos tiempos, cuando se<br />

llevaban hasta allí los miles de ovejas que pastaban en el veld para<br />

contarlas o esquilarlas o bañarlas.<br />

Los muros del redil tienen medio metro de grosor y sobrepasan su<br />

cabeza; están hechos de lisas piedras de color azul grisáceo, cada una<br />

de las cuales fue transportada hasta aquí en un carro tirado por burros.<br />

Trata de imaginarse los rebaños de ovejas, ahora todas muertas y<br />

desaparecidas, que se debieron guarecer del sol al socaire de estos<br />

muros. Trata de imaginarse cómo debía de ser Vóelfontein, cuando la<br />

casa grande y los cobertizos y los rediles estaban todavía levantándose:<br />

un lugar de trabajo, paciente, como el de las hormigas, año tras año.<br />

Ahora los chacales que atacaban a las ovejas han sido exterminados,<br />

abatidos o envenenados, y el redil, al no ser utilizado, se está<br />

desmoronando.<br />

Los muros del redil serpentean varios kilómetros a lo largo de la colina.<br />

Aquí no se cultiva nada: pisotearon la tierra y la esquilmaron para<br />

siempre, él no sabe cómo: tiene un aspecto sucio, amarillento,<br />

enfermizo. Una vez dentro de los muros, está aislado de todo menos<br />

del cielo. Se le ha advertido que no venga aquí por el peligro que<br />

suponen las serpientes, porque nadie lo oiría si pidiese ayuda. Las<br />

serpientes, le advierten, se deleitan en las tardes calurosas como esta:<br />

la cobra, la víbora bufadora, la culebra... todas salen de sus guaridas<br />

para remolonear al sol y calentar su sangre fría.<br />

Todavía no ha visto una serpiente en los rediles; sin embargo, vigila<br />

cada una de sus pisadas.<br />

Freek se encuentra a una culebra detrás de la cocina, donde tienden la<br />

ropa las mujeres. La golpea con un palo hasta matarla y arroja el<br />

cuerpo largo y amarillo a un matorral. Las mujeres no se acercan por<br />

allí en semanas. Las serpientes se casan de por vida, dice Tryn; cuando<br />

matas al macho, la hembra viene en busca de venganza.<br />

La primavera, en septiembre, es la mejor época para visitar el Karoo,

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