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gusta pensar.» Al poco tiempo lo sabía toda la clase: el chico nuevo era<br />
raro, no era normal. Gracias a ese error ha aprendido a ser más<br />
prudente. Y la mejor forma de ser prudente siempre es hablar de<br />
menos antes que de más.<br />
También juega al críquet auténtico con cualquiera que esté dispuesto a<br />
jugar. Pero jugar al criquet auténtico en la plaza vacía que hay en<br />
medio de Reunion Park es tan lento que resulta inaguantable; la bola<br />
siempre anda perdiéndose: la pierde el bateador, la pierde el receptor.<br />
El odia ir a buscar las bolas que se han perdido. También odia hacer de<br />
jugador de campo sobre la tierra pedregosa, con la que te hieres las<br />
manos y las rodillas cada vez que te caes. Quiere batear o lanzar, eso<br />
es todo.<br />
Con la promesa de prestarle sus juguetes convence a su hermano,<br />
aunque solo tiene seis años, de que le lance en el patio trasero. El<br />
hermano le lanza un rato, hasta que se aburre, se enfada y se mete en<br />
la casa corriendo en busca de protección. Intenta enseñar a lanzar a su<br />
madre, pero ella no logra concentrarse. Se troncha de risa ante su<br />
propia torpeza, y él se exaspera por momentos. Así que decide que sea<br />
ella quien batee. Pero el espectáculo es demasiado vergonzoso,<br />
cualquiera podría verlo con facilidad desde la calle: una madre jugando<br />
al críquet con su hijo.<br />
Corta una lata de mermelada por la mitad y clava la parte del fondo a<br />
un palo de madera de medio metro. Monta el palo en un eje atravesado<br />
en una caja de cartón cargada de ladrillos. Ata al palo una cinta de<br />
goma de neumático que sujeta a la caja y, por la parte opuesta, una<br />
cuerda que pasa a través de una argolla. Mete una bola en la lata, retrocede<br />
nueve metros, tira de la cuerda hasta que tensa la goma, pisa<br />
la cuerda con el talón, torna posición de bateador y la suelta. A veces la<br />
bola se pierde en el aire, otras va directa a su cabeza; pero de vez en<br />
cuando vuela bastante bien y el chico puede golpearla. Se conforma con<br />
eso: ha lanzado y bateado él solo, es todo un triunfo, nada es imposible.<br />
Un día en que se siente de humor para las confianzas temerarias, le<br />
pide a Greenberg y a Goldstein que cuenten sus primeros recuerdos.<br />
Greenberg pone impedimentos: no es un juego de su agrado. Goldstein<br />
cuenta una larga historia sin sentido sobre el día que lo llevaron a la<br />
playa, una historia a la que él apenas presta atención. Porque el<br />
objetivo del juego, naturalmente, es permitirle a él contar sus primeros<br />
recuerdos.<br />
Está asomado a la ventana de su piso en Johannesburgo. Empieza a<br />
caer la noche. Un coche se acerca rápidamente a lo lejos, baja la calle.