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Coetzee, J.M. – Infancia

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El señor Gouws utiliza la vara de castigo con tanta frecuencia como<br />

cualquier otro profesor. Pero su castigo favorito, cuando la clase ha<br />

estado armando alboroto demasiado tiempo, es pedirles que dejen los<br />

bolígrafos, cierren los libros, se pongan las manos detrás de la cabeza,<br />

cierren los ojos y no se muevan.<br />

Excepto por los pasos del señor Gouws que vigila recorriendo los<br />

pasillos arriba y abajo, reina un silencio absoluto en la habitación. De<br />

los eucaliptos repartidos por el patio llega el tranquilo arrullo de las<br />

palomas. Es un castigo que él podría soportar para siempre, con<br />

serenidad: las palomas, la suave respiración de los chicos que lo<br />

rodean.<br />

Disa Road, el lugar donde vive el señor Gouws, también está en<br />

Reunion Park, en la nueva extensión al norte del municipio, que él<br />

nunca ha explorado. El señor Gouws no solo vive en Reunion Park y va<br />

al colegio en una bicicleta de anchos neumáticos: además tiene una<br />

esposa, una mujer humilde, oscura, y, lo que todavía es más sorprendente,<br />

dos niños pequeños. Eso lo descubre en el salón del número<br />

once de Disa Road, donde hay bollos y una tetera esperando en la<br />

mesa, y donde, como se temía, lo dejan a solas con el señor Gouws,<br />

con la obligación de mantener una conversación violenta, falsa.<br />

Resulta aún peor. El señor Gouws, que ha cambiado la corbata y la<br />

chaqueta por unos pantalones cortos y unos calcetines de color caqui,<br />

trata de simular que, ahora que el año escolar ha terminado, ahora que<br />

está a punto de marcharse de Worcester, los dos pueden ser amigos.<br />

De hecho, trata de sugerir que han sido amigos todo el curso: el profesor<br />

y el chico más listo, el líder de la clase.<br />

Él está cada vez más tieso y aturullado. El señor Gouws le ofrece un<br />

segundo bollo, que él rechaza. «¡Venga!», dice el señor Gouws y,<br />

sonriendo, lo coloca en su plato igualmente. Está deseando marcharse.<br />

Le habría gustado irse de Worcester dejándolo todo en orden. Estaba<br />

dispuesto a concederle al señor Gouws un lugar en su memoria junto a<br />

la señora Sanderson: no exactamente con ella, pero cerca de ella.<br />

Ahora el señor Gouws lo está estropeando todo. Desearía que no fuera<br />

así.<br />

El segundo bollo se queda en el plato sin comer. No fingirá más: guarda<br />

un silencio obstinado. «¿Tienes que irte?», pregunta el señor Gouws.<br />

Asiente. El señor Gouws se levanta y lo acompaña a la puerta de<br />

entrada, que es una copia de la puerta número doce de Poplar Avenue:<br />

de las bisagras surge la misma nota aguda, como un gemido.<br />

Al menos el señor Gouws tiene la prudencia de no darle la mano o<br />

hacer cualquier otra sandez de esas.

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