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Coetzee, J.M. – Infancia

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sentimiento de ser comprendido por fin, de no tener que fingir?<br />

Durante todo el día y también al día siguiente los esquiladores trabajan,<br />

parando apenas para comer, retándose unos a otros para comprobar<br />

quién es el más rápido. Cuando llega la noche del segundo día todo el<br />

trabajo está terminado, todas las ovejas de la granja han sido<br />

esquiladas. El tío Son saca una bolsa de lona llena de billetes y<br />

monedas, y paga a cada esquilador según el recuento de judías. Después<br />

hay otro fuego, otro banquete. A la mañana siguiente ya se han<br />

ido y la granja puede recobrar su ritmo lento de siempre.<br />

Las pacas de lana son tantas que el cobertizo está a rebosar. El tío Son<br />

va de una a otra con una plantilla y una almohadilla de tinta, pintando<br />

en cada una su nombre, el nombre de la granja, la clase de lana. Días<br />

después llega un camión enorme (¿cómo se las arregló para cruzar por<br />

la arena del Boesinansrivier, donde se atascan incluso los coches?),<br />

cargan las pacas y se las llevan lejos.<br />

Ocurre todos los años. Todos los años llegan los esquiladores, todos los<br />

años hay aventura y nerviosismo. Nunca terminará; no hay ninguna<br />

razón por la que deba terminar, mientras haya años.<br />

La palabra secreta y sagrada que lo ata a la granja es «pertenencia».<br />

Cuando está solo en medio del veld puede pronunciar las palabras en<br />

voz alta: «La granja es el lugar al que pertenezco». Lo que cree de<br />

verdad pero no profiere, lo que guarda para sí por miedo a que se<br />

rompa el hechizo, es otra forma de decir la misma frase: «Yo<br />

pertenezco a la granja».<br />

No se lo dice a nadie porque esa frase se puede confundir muy<br />

fácilmente, se puede tornar a la inversa muy fácilmente: «La granja me<br />

pertenece». La granja nunca le pertenecerá, nunca será más que un<br />

visitante: lo acepta. Pensar que realmente pueda vivir en Vóelfontein,<br />

que pueda llamar a la gran casa vieja su hogar, que ya no tenga que<br />

pedir permiso para hacer lo que le apetezca, le da vértigo; aparta ese<br />

pensamiento de sí. «Yo pertenezco a la granja»: eso es a lo más lejos a<br />

lo que puede llegar, incluso en lo más recóndito de su alma. Pero en lo<br />

más recóndito y secreto de su alma sabe lo que la granja a su modo<br />

sabe también: que Vbelfontein no pertenece a nadie. La granja es más<br />

grande que cualquiera de todos ellos. La granja es eterna. Cuando<br />

todos estén muertos, incluso cuando la casa esté en ruinas como lo<br />

están los rediles de la colina, la granja seguirá aquí.<br />

Una vez, en el veld, lejos de la casa, se agacha y se frota las palmas en<br />

la arena como si se las estuviera lavando. Es un ritual. Está inventando<br />

un ritual. Aún no sabe lo que significa el ritual, pero le alivia saber que

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