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Coetzee, J.M. – Infancia

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alumnos se alinean por las mañanas en el patio, él examina<br />

detenidamente las filas de los chicos afrikaners buscando a alguien que<br />

sea diferente, que tenga un toque de dulzura; pero no encuentra a<br />

nadie. Resulta impensable que él pueda estar alguna vez entre ellos: lo<br />

machacarían, matarían el espíritu que lo habita.<br />

Sin embargo, para su sorpresa, se da cuenta de que no desea cederles<br />

el lenguaje afrikaans a ellos. Recuerda su primera visita a Vóelfontein,<br />

cuando tenía cuatro o cinco años y no hablaba una palabra de<br />

afrikaans. Su hermano era aún un bebé, lo tenían dentro de casa para<br />

que no le tocara el sol; no había nadie con quien jugar que no fueran<br />

los niños de color. Con ellos construía barcas con las vainas de los<br />

guisantes y las hacía flotar por los canales de riego. Pero él era como<br />

una criatura sin habla: tenían que entenderse mediante la mímica; a<br />

ratos sentía que iba a reventar por todas las cosas que no podía decir.<br />

Entonces un día abrió la boca y se dio cuenta de que podía hablar,<br />

hablar con facilidad y fluidez y sin pararse a pensar. Todavía recuerda<br />

cómo voló hasta su madre, gritando: «¡Escucha! ¡Sé hablar afrikaans!».<br />

Cuando habla en afrikaans todas las complicaciones de la vida parecen<br />

desvanecerse en un minuto. El afrikaans es como una envoltura<br />

fantasmal que lo acompaña a todas partes, en la que es libre de<br />

introducirse, convirtiéndose al instante en otra persona, con un camino<br />

más sencillo, más alegre, más luminoso.<br />

Algo de los ingleses que lo defrauda, que nunca imitará, es su desprecio<br />

por el afrikaans. Cuando arquean las cejas y, altivos, pronuncian<br />

incorrectamente las palabras afrikaans, como si decir veld con «v»<br />

fuera un signo de distinción, se aparta de ellos: se equivocan y, peor<br />

aún que equivocarse, resultan ridículos. En cuanto a él, no hace<br />

concesiones; incluso entre los ingleses pronuncia las palabras afrikaans<br />

como deben pronunciarse, con todas sus duras consonantes y sus<br />

dificultosas vocales.<br />

Aparte de él, en su clase hay varios chicos con apellidos afrikaner. En<br />

las clases de afrikaans, por otro lado, no hay ningún chico con apellido<br />

inglés. Entre los alumnos del último año, sabe de un afrikaner<br />

apellidado Smith, aunque bien podría ser Smit; eso es todo. Es una<br />

pena, pero es comprensible: ¿qué inglés iba a querer casarse con una<br />

mujer afrikaner y tener una familia afrikaner cuando las mujeres<br />

afrikaners son todas enormes y gordas, de grandes pechos y cuellos<br />

hinchados como los de las ranas, o huesudas y deformes?<br />

Le da gracias a Dios porque su madre hable inglés. Pero sigue<br />

desconfiando de su padre, a pesar de Shakespeare y de Wordsworth y

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