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Coetzee, J.M. – Infancia

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aunque las vacaciones del colegio sólo duran una semana. Un<br />

septiembre están en la granja cuando llegan los esquiladores. Surgen<br />

de ninguna parte, hombres salvajes que vienen en bicicletas cargadas<br />

de mantas y cacerolas.<br />

Descubre que los esquiladores son gente especial. Cuando bajan a la<br />

granja, traen buena suerte. Para tenerlos contentos, escogen un harnel,<br />

un carnero castrado, bien cebado, y lo sacrifican. Se acomodan en el<br />

viejo establo, que se convierte en su barracón. Un fuego arde hasta<br />

bien entrada la noche mientras se dan el banquete.<br />

Escucha una larga discusión entre el tío Son y el jefe de los<br />

esquiladores, un hombre tan fiero y de piel tan oscura que casi podría<br />

ser un nativo, con la barba puntiaguda y los pantalones sujetos con una<br />

cuerda. Hablan del tiempo, del estado de los pastos en el distrito de<br />

Prince Albert, en el distrito de Beaufort, en el distrito de Fraserburg, del<br />

pago. El afrikaans que hablan los esquiladores es tan denso, está tan<br />

repleto de giros extraños, que el chico apenas si los entiende. ¿De<br />

dónde vienen? ¿Acaso hay un país aún más profundo que el país de<br />

Vóelfontein, un lugar aún más apartado del mundo?<br />

A la mañana siguiente, una hora antes del amanecer, le despierta el<br />

rumor de pezuñas cuando los primeros tropeles de ovejas pasan por<br />

delante de la casa, camino de los rediles junto al cobertizo donde las<br />

esquilan. La familia empieza a despertarse. Se oye el bullicio de la<br />

cocina, el olor a café. Con las primeras luces está fuera, vestido,<br />

demasiado nervioso para tomar un bocado.<br />

Le encomiendan una tarea. Cuidará de la taza de hojalata llena de<br />

judías secas. Cada vez que un esquilador acaba con una oveja, la suelta<br />

con una palmada en el trasero y arroja el pellejo trasquilado sobre una<br />

mesa acomodada para ello, y la oveja, rosada y desnuda y sangrando<br />

por donde los esquiladores han cortado, trota con nerviosismo hasta el<br />

segundo corral, cada vez el esquilador coge una judía de la taza. Lo<br />

hace inclinando la cabeza y con un cortés «My basie!».<br />

Cuando se cansa de sostener la taza (los esquiladores pueden coger las<br />

judías por sí solos, son gente de campo y ni siquiera han oído hablar de<br />

la falta de honradez), él y su hermano ayudan a apilar las pacas,<br />

saltando entre la masa de lana espesa, caliente y aceitosa. Su prima<br />

Agnes también está allí; ha venido de visita desde Skipperskloof. Ella y<br />

su hermana se les unen; los cuatro se tiran unos sobre otros, riendo y<br />

haciendo cabriolas como si estuvieran sobre un enorme edredón de<br />

plumas.<br />

Agnes ocupa un lugar en su vida que él todavía no entiende. Se fijó en

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