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Coetzee, J.M. – Infancia

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para mi madre los viernes por la tarde», mintió él. «Si no vas a<br />

catequesis, no puedes ser católico», dijeron ellos. «Soy católico»,<br />

insistió él, mintiendo de nuevo.<br />

Si ocurriera lo peor, piensa ahora, afrontando lo peor, si el cura católico<br />

visitara a su madre y le preguntara por qué no va nunca a catequesis,<br />

o, la otra pesadilla, si el director del colegio anunciara que todos los<br />

chicos de nombre afrikaner van a ser trasladados a las clases de<br />

afrikaners; si la pesadilla se hiciera realidad y lo único que pudiera<br />

hacer fuera gritar y vociferar y llorar, con el comportamiento infantil<br />

que sabe todavía en su interior, replegado como un muelle... si,<br />

después de la tempestad, como último recurso desesperado, buscara la<br />

protección de su madre y se negara a ir al colegio, rogándole que le<br />

salvara... si finalmente estuviera a punto de deshonrarse a sí mismo<br />

por completo, revelando lo que solo sabe él, a su manera, y también su<br />

madre, a la suya, y quizá su padre, de la manera despreciable que le es<br />

propia, esto es, que sigue siendo un bebé y que nunca crecerá... si<br />

todas las historias que se han creado a su alrededor, que él ha creado,<br />

creadas con años de comportamiento normal, al menos en público, se<br />

desmoronasen y saliera lo más feo, lo más oscuro, lo más lloriqueante,<br />

lo más pueril de él a la vista de todos y se rieran de él... entonces<br />

¿habría algún modo de seguir viviendo? ¿No se habría convertido en alguien<br />

tan malo como uno de esos niños deformes, raquíticos,<br />

mongólicos, de voces roncas y labios babosos a los que bien podría<br />

administrárseles píldoras para dormir o ahogarlos?<br />

Todas las camas de la casa están viejas y estropeadas, los muelles se<br />

hunden, crujen al menor movimiento. Él trata de quedarse tan quieto<br />

como puede, en la franja de luz de la ventana, consciente de su cuerpo<br />

acostado de lado, de sus puños apretados contra su pecho. En este<br />

silencio trata de imaginar su muerte. Se borra de todo: del colegio, de<br />

la casa, de su madre; trata de imaginarse los días siguiendo su curso<br />

sin él. Pero no puede. Siempre hay algo que se deja atrás, algo<br />

pequeño y negro, como una nuez, como una bellota que ha estado en el<br />

fuego, seca, cenicienta, dura, incapaz de crecer, pero que está allí.<br />

Puede imaginarse su propia muerte pero no puede imaginar su propia<br />

desaparición. Por más que lo intente, no puede aniquilar el último<br />

residuo de sí mismo.<br />

¿Qué es lo que lo mantiene con vida? ¿Es el miedo al dolor de su<br />

madre, un dolor tan grande que no puede soportar pensar en él más<br />

que un instante? (La ve en una habitación vacía, de pie y en silencio,<br />

tapándose los ojos con las manos; después corre un velo sobre ella,<br />

sobre la imagen.) ¿O hay algo más en él que se niega a morir?

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