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Dentro de su armario, en una caja, guarda el libro de dibujos que hizo<br />
en 1947, en el momento álgido de su pasión por los rusos. Los dibujos,<br />
hechos con lápiz de punta gruesa y coloreados con ceras, muestran a<br />
los aviones rusos abatiendo a los aviones norteamericanos en el cielo, a<br />
los barcos rusos hundiendo a los barcos norteamericanos. Aunque ya ha<br />
remitido el fervor de aquel año, cuando las noticias de la radio<br />
provocaron una oleada de hostilidad contra los rusos y todo el mundo<br />
tuvo que tomar partido, él se mantiene leal en secreto: leal a los rusos,<br />
pero sobre todo leal a sí mismo, a quien era cuando hizo esos dibujos.<br />
Aquí en Worcester nadie sabe que le gustan los rusos. En Ciudad del<br />
Cabo estaba su amigo Nicky, con quien jugaba a la guerra con<br />
soldaditos de plomo y un cañón con un muelle que disparaba cerillas;<br />
pero cuando se dio cuenta de lo peligrosas que eran sus alianzas, de lo<br />
que se estaba jugando, le hizo jurar a Nicky que guardaría el secreto, y<br />
pasado algún tiempo, para asegurarse, le contó que se había cambiado<br />
de bando y que ahora le gustaban los norteamericanos.<br />
En Worcester, a nadie salvo a él le gustan los rusos. Su lealtad a la<br />
Estrella Roja lo aparta absolutamente de todos.<br />
¿De dónde procede este enamoramiento, que incluso a él mismo le<br />
resulta extraño? Su madre se llama Vera: Vera, con su helada y<br />
mayúscula, una flecha cayendo. Vera, le contó su madre una vez, es un<br />
nombre ruso. La primera vez que le plantearon que los rusos y los<br />
norteamericanos eran antagonistas entre los cuales tenía que escoger<br />
(«¿A quién prefieres: a Jan Christiaan Smuts o a Daniel<strong>–</strong>Francois<br />
Malan? ¿A quién prefieres: a Supermán o al Capitán América? ¿A quién<br />
prefieres: a los rusos o a los norteamericanos?»), escogió a los rusos<br />
como había escogido a los romanos: porque le gustaba la letra «r»,<br />
especialmente la R mayúscula, la más sonora de todas las letras.<br />
Eligió a los rusos en 1947, cuando todo el mundo se puso de parte de<br />
los norteamericanos; y como los había elegido, se entregó a leer cosas<br />
sobre ellos. Su padre había comprado una historia de la segunda guerra<br />
mundial en tres volúmenes. Le encantaban esos libros y los estudiaba<br />
detenidamente, estudiaba las fotografías de los soldados rusos con sus<br />
uniformes blancos de esquí, los soldados rusos con ametralladoras<br />
escabulléndose entre las ruinas de Stalingrado, los comandantes de los<br />
carros blindados rusos escrutando el horizonte con sus binóculos. (El T<strong>–</strong><br />
34 ruso era el mejor carro blindado del mundo, mejor que el Sherman<br />
de los norteamericanos, mejor incluso que el Tiger de los alemanes.) Se<br />
detenía una y otra vez en la ilustración que mostraba a un piloto ruso<br />
inclinando su bombardero sobre la columna de carros blindados<br />
alemanes destrozados y en llamas. Adoptó todo lo ruso. Adoptó al