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productos. Cuando le piden que nombre los productos de un país<br />
siempre concluye su lista con cueros y pieles, esperando estar en lo<br />
cierto. No sabe en qué se diferencian el cuero y la piel, tampoco los<br />
demás.<br />
En cuanto al resto de los exámenes, no desea que empiecen; sin<br />
embargo, cuando llegan se sumerge en ellos de buena gana. Se le dan<br />
bien los exámenes; si no fuera porque existen los exámenes y a él se le<br />
dan bien, tendría poco de especial. Los exámenes le producen un<br />
estado embriagador y tembloroso de agitación durante el cual escribe<br />
rápida y confiadamente. No le gusta el estado en sí mismo, pero<br />
reconforta saber que está ahí para sacarle provecho.<br />
A veces, si entrechoca dos piedras y aspira, puede recuperar ese estado<br />
de nuevo, su olor, su sabor: pólvora, hierro, calor, un latido sordo y<br />
continuado en las venas.<br />
El secreto que ocultan la llamada telefónica y la sonrisa de su madre<br />
sale a la luz durante el recreo de media mañana, cuando el señor<br />
Gouws le hace quedarse atrás. El señor Gouws tiene un aire de<br />
falsedad, una simpatía que le hace desconfiar.<br />
El señor Gouws quiere que vaya a tomar el té a su casa. Asiente con<br />
torpeza y memoriza la dirección.<br />
No es algo que desee. No es que le disguste el señor Gouws. Si no le<br />
inspira tanta confianza como la señora Sanderson, la profesora de<br />
cuarto curso, es solo porque el señor Gouws es un hombre, el primer<br />
hombre que le ha dado clases, y él es cauteloso con algo que alienta en<br />
todos los hombres: un desasosiego, una rudeza apenas refrenada, una<br />
sombra de placer ante la crueldad. No sabe cómo comportarse con el<br />
señor Gouws ni con el resto de los hombres: si ofrecerles resistencia y<br />
cortejar su aprobación, o si mantener una barrera de tiesura. Con las<br />
mujeres es más fácil porque son más bondadosas. Pero el señor Gouws<br />
<strong>–</strong>él no puede negarlo<strong>–</strong> es tan equitativo como puede serlo cualquier<br />
persona. Su dominio del inglés es bueno, y no parece dar muestras de<br />
rencor con los ingleses o con los chicos de familias afrikaners que<br />
prefieren ser ingleses. Durante una de sus muchas ausencias del<br />
colegio, el señor Gouws enseñó el análisis de los complementos del<br />
predicado. El tiene problemas para ponerse al día con lo de los<br />
complementos del predicado. Si los complementos del predicado<br />
carecieran de sentido, como los modismos, los otros chicos también<br />
encontrarían dificultades. Pero los otros chicos, o la mayoría de ellos,<br />
parecen dominar a la perfección y sin esfuerzos los complementos del<br />
predicado. La conclusión no puede obviarse: el señor Gouws sabe algo<br />
acerca de la gramática inglesa que él no sabe.