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Coetzee, J.M. – Infancia

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mundo real.<br />

Es una tontería creer eso, especialmente cuando se pone de manifiesto<br />

que los extraños no tienen ni idea de cómo arreglar un grifo o reparar<br />

un hornillo. Aun así, es tan distinto de lo que cree todo el mundo, tan<br />

excéntrico, que a pesar de sí mismo lo encuentra atractivo. Prefiere que<br />

su madre espere maravillas de la gente de color a que no espere<br />

absolutamente nada de ellos.<br />

Siempre está intentando darle sentido a lo que dice su madre. Los<br />

judíos son explotadores, dice; pero prefiere a los doctores judíos<br />

porque saben lo que se hacen. La gente de color son la sal de la tierra,<br />

dice, pero ella y sus hermanas están siempre chismorreando sobre<br />

supuestas blancas con antecedentes secretos de color. El no puede<br />

entender que su madre sostenga tantas creencias contradictorias a la<br />

vez. Bueno, al menos tiene creencias. Sus hermanos también. Su<br />

hermano Norman cree en Nostradamus y en sus profecías sobre el fin<br />

del mundo; él cree en los platillos volantes que aterrizan durante la<br />

noche y se llevan a la gente. No puede imaginarse a su padre o a la<br />

familia de su padre hablando del fin del mundo. El único objetivo que<br />

tienen en la vida es evitar las polémicas, no ofender a nadie, ser<br />

agradables todo el tiempo; en comparación con la familia de su madre,<br />

resultan blandengues y aburridos.<br />

Él está demasiado apegado a su madre, su madre demasiado apegada<br />

a él. Esa es la razón por la que, dejando de lado la caza y todas las<br />

otras cosas de hombre que hace durante sus visitas a la granja, la<br />

familia de su padre nunca lo haya acogido en su seno. Tal vez su abuela<br />

fuera excesivamente severa al negarles un hogar a ellos tres cuando,<br />

en 1944, estaban viviendo con media paga de un cabo interino, cuando<br />

eran tan pobres que ni siquiera podían comprar mantequilla o té, pero a<br />

la madre de su padre no le falló la intuición. La familia, con la abuela a<br />

la cabeza, no está tan ciega como para no ver el secreto de Poplar<br />

Avenue número doce: que el niño mayor es el primero de la casa; el<br />

segundo niño es el segundo, y el hombre, el marido, el padre, el último.<br />

Puede que su madre no se haya molestado lo suficiente en ocultárselo o<br />

que su padre se haya quejado en privado. En esta perversión del orden<br />

natural descubren algo profundamente insultante para su hijo y su<br />

hermano y, por lo tanto, para ellos mismos. No les parece bien y, sin<br />

ser rudos, no esconden su desaprobación.<br />

Algunas veces, cuando está discutiendo con su padre y quiere<br />

apuntarse un tanto, su madre se queja amargamente del trato distante<br />

que recibe por parte de la familia de su marido. Sin embargo, por el

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