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Coetzee, J.M. – Infancia

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cimientos, que no son de interés. Frente a ella había una balsa que se<br />

alimentaba de un manantial subterráneo; pero el manantial hace<br />

mucho que se secó. Del jardín y del huerto que una vez crecieron aquí<br />

no hay rastro. Pero junto al manantial, alzándose de la tierra yerma, se<br />

yergue una palmera enorme y solitaria. En el tronco de este árbol las<br />

abejas han hecho una colmena; son abejas pequeñas, negras y<br />

furiosas. El tronco está renegrido por el humo de las fogatas que<br />

durante años ha encendido la gente para robarles la miel a las abejas;<br />

sin embargo, las abejas continúan allí, recolectando néctar quién sabe<br />

de dónde en este paisaje seco y gris.<br />

Le gustaría que las abejas se dieran cuenta de que él, cuando las visita,<br />

viene con las manos limpias, no para robarles sino para felicitarlas,<br />

para presentarles sus respetos. Pero conforme se acerca a la palmera<br />

empiezan a zumbar enfadadas; una avanzadilla se precipita sobre él,<br />

advirtiéndole que se aleje; una vez incluso tiene que huir, cruzar<br />

corriendo ignominiosamente el veld perseguido por el enjambre,<br />

zigzagueando y moviendo los brazos, agradecido de que no haya nadie<br />

por allí que pueda verlo y reírse de él.<br />

Todos los viernes se sacrifica una oveja para la gente de la granja. El<br />

acompaña a Ros y al tío Son para escoger la que va a morir; después<br />

se queda allí y observa cómo, en el lugar destinado a matadero que hay<br />

detrás del cobertizo, fuera de la vista de la casa, Freek sujeta las patas<br />

del animal mientras que Ros, con su pequeña navaja aparentemente<br />

inofensiva, le raja el pescuezo, y entonces los dos hombres sostienen<br />

con fuerza al animal mientras este patea y lucha y tose, y la sangre le<br />

sale a borbotones. Continúa observando mientras Ros desolla el cuerpo<br />

todavía caliente y lo cuelga de la hevea, lo abre en canal y tira las<br />

entrañas a un cuenco: el gran estómago azulado lleno de hierba, los<br />

intestinos (de los que extrae, presionando, las últimas cagarrutas que la<br />

oveja no tuvo tiempo de expulsar), el corazón, el hígado, los riñones;<br />

todas las vísceras que la oveja tiene en su interior y que él tiene en su<br />

interior también.<br />

Ros utiliza la misma navaja para castrar a los corderos. El también<br />

observa ese acontecimiento. Acorralan a los corderos jóvenes y a sus<br />

madres, y los meten en el cercado. Después Ros se mueve entre ellos,<br />

va cogiendo corderos al paso por las patas traseras, uno a uno, los<br />

sujeta contra el suelo mientras balan aterrorizados, gimen con<br />

desesperación, y les abre el escroto. Agacha la cabeza, agarra los<br />

testículos con los dientes y los arranca. Parecen dos pequeñas medusas<br />

que arrastran vasos sanguíneos azules y rojos.<br />

Ros cercena también el rabo y lo arroja a un lado, dejando un muñón

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