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Coetzee, J.M. – Infancia

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El objetivo prioritario es encontrar colegio para él y su hermano. Ciudad<br />

del Cabo no es como Worcester, donde todos los chicos iban al colegio<br />

de chicos y todas las chicas al colegio de chicas. En Ciudad del Cabo<br />

hay colegios para elegir. Pero para entrar en un buen colegio se<br />

necesitan contactos, y ellos tienen pocos contactos.<br />

Por mediación de Lance, el hermano de su madre, consiguen una<br />

entrevista en el instituto para chicos Rondebosch. Impoluto, con sus<br />

pantalones cortos, su camisa, su corbata y una chaqueta de franela<br />

azul marino con el emblema de la escuela primaria para chicos de<br />

Worcester en el bolsillo del pecho, se sienta junto a su madre en un<br />

banco a la puerta del despacho del director.<br />

Cuando les llega el turno les hacen pasar a una habitación forrada de<br />

madera y llena de fotografías de equipos de rugby y críquet. Las<br />

preguntas del director van todas dirigidas a su madre: dónde viven, a<br />

qué se dedica su padre. Luego llega el momento que él ha estado<br />

esperando. Su madre saca del bolso el informe que prueba que era el<br />

primero de su clase y que, por tanto, debería abrirle todas las puertas.<br />

El director se pone las gafas de leer. «Así que fuiste el primero de tu<br />

clase <strong>–</strong>dice<strong>–</strong>. ¡Bien, bien! Pero no lo tendrás tan fácil aquí.»<br />

Habría deseado que lo pusiera a prueba: que le preguntara la fecha de<br />

la batalla de Blood River, o, mejor aún, que le pidiera algún cálculo<br />

mental. Pero eso es todo, la entrevista ha terminado. «No puedo<br />

prometer nada <strong>–</strong>dice el director<strong>–</strong>. Su nombre se pondrá al final de la<br />

lista de espera, habrá que esperar a que se produzca alguna baja.»<br />

Su nombre se queda al final de las listas de espera de tres colegios, sin<br />

éxito. Ser el primero en Worcester, evidentemente, no es lo bastante<br />

bueno para Ciudad del Cabo.<br />

El último recurso es la escuela católica, Saint Joseph's. En Saint<br />

Joseph's no hay lista de espera: admiten a cualquiera que pague la<br />

matrícula, que en el caso de los alumnos no católicos sube a doce libras<br />

y cuarto.<br />

Lo que les están dejando a las claras, a él y a su madre, es que en<br />

Ciudad del Cabo hay clases distintas de personas que van a escuelas<br />

distintas. Saint Joseph's provee, si no a la clase más baja, a la segunda<br />

más baja. El fracaso en el intento de conseguirle un colegio mejor deja<br />

a su madre apenada, pero a él no lo altera. No está seguro de a qué<br />

clase pertenecen, dónde encajan. Por el momento, está satisfecho<br />

porque, al menos, se las va arreglando. La amenaza de que lo envíen a<br />

un colegio afrikaner y de que lo sometan a una vida afrikaner se ha<br />

alejado; eso es lo que cuenta. Puede estar tranquilo. Ni siquiera tiene

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