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le deja un zumbido en los oídos durante horas. Nunca acierta con esa<br />
pistola a algo que no sean las ranas de la balsa y los muisvóels del<br />
huerto. Y a pesar de ello, nunca se siente vivir tan intensamente como<br />
cuando, a primera hora de la mañana, él y su padre salen con sus pistolas<br />
y siguen el cauce seco del Boesmansrivier en busca de caza:<br />
antílopes, cormoranes, liebres, y, en las laderas desnudas de las<br />
colinas, korhaan.<br />
Un diciembre tras otro, él y su padre acuden a la granja para salir de<br />
caza. Toman el tren: no el Trans<strong>–</strong>Karoo Express o el Orange Express,<br />
por no mencionar el Blue Train, todos demasiado caros y que de todos<br />
modos no paran en Fraserburg Road, sino el tren ordinario de<br />
pasajeros, el que para en todas las estaciones, incluso en las más<br />
recónditas, y que algunas veces tienen que detenerse en las vías<br />
muertas y esperar a que los expresos más famosos hayan pasado como<br />
un rayo. A él le encanta este tren lento, le encanta dormirse abrigadito<br />
bajo las sábanas blancas y crujientes y las mantas azul marino que trae<br />
el mozo, le encanta despertarse por la noche en alguna estación<br />
silenciosa en mitad de ninguna parte, escuchando el silbido de la<br />
máquina cuando el tren está parado, el sonido metálico del martillo del<br />
capataz comprobando las ruedas. Y después, al alba, cuando llegan a<br />
Fraserburg Road, les está esperando el tío Son con su amplia sonrisa y<br />
su viejo sombrero manchado de aceite. «Jis<strong>–</strong>laaik, maar jy word darem<br />
groot, John!» (¡Te estás haciendo mayor!), le dice, y silba entre<br />
dientes. Y ya pueden cargar las bolsas en la Studebaker y partir.<br />
Él admite sin cuestionárselo que la caza que se practica en Vóelfontein<br />
es variada. Admite que habrán tenido un buen día de caza si hacen<br />
saltar a una liebre o escuchan gorjear a un par de korhaan a lo lejos. Ya<br />
se podrá contar algo después al resto de la familia, que, para cuando<br />
ellos regresen con el sol ya alto en el cielo, estará sentada en el porche<br />
bebiendo café. La mayoría de las mañanas no tienen nada que contar,<br />
absolutamente nada.<br />
No tiene sentido salir de caza cuando el sol pega más fuerte, porque los<br />
animales que quieren matar dormitan a la sombra. Pero a veces dan<br />
una vuelta por los caminos de la granja en la Studebaker cuando<br />
empieza a caer el sol, con el tío Son al volante y su padre en el asiento<br />
delantero sosteniendo la .303 y él y Ros en los asientos traseros.<br />
Habitualmente es Ros quien se encarga de bajar de un salto del coche y<br />
abrir las puertas de las cercas, esperar a que el coche pase y después<br />
cerrar las vallas, una tras otra. Por eso en estas cacerías es un<br />
privilegio que te dejen abrir las cercas, mientras que Ros observa y