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a remar por la laguna de Plettenberg Bay. Se suponía que era un viaje<br />
de placer, pero todo el rato que estuvieron remando se quedó<br />
paralizado en su sitio, con la vista clavada en la lejana orilla. Una sola<br />
vez se atrevió a mirar por la borda. Debajo de ellos, en el fondo, un<br />
bosque de algas se mecía lánguidamente. Era como lo había temido,<br />
incluso peor; le rodaba la cabeza. Únicamente esos frágiles maderos del<br />
bote, que crujían a cada golpe de remo como si fueran a quebrarse, lo<br />
separaban de la muerte. Se agarró más fuerte y cerró los ojos para<br />
aplacar el pánico en su interior.<br />
Hay dos familias de color en Velfontein, cada una con una casa de su<br />
propiedad. También está, junto a la balsa, la casa, ahora sin tejado, en<br />
la que solía vivir Outa Jaap. Outa Jaap estaba en la granja antes que su<br />
abuelo; lo único que él recuerda de Outa Jaap es que era un hombre<br />
muy viejo, de ojos lechosos y ciego, con las encías desdentadas y las<br />
manos nudosas, y que estaba sentado en un banco al sol cuando lo<br />
llevaron hasta él, quizá para que el viejo le diera su bendición antes de<br />
que se muriese, no está seguro. Aunque Outa Jaap ya ha muerto, su<br />
nombre todavía se menciona con respeto. Sin embargo, cuando<br />
pregunta qué tenía de especial Outa Jaap, las respuestas que obtiene<br />
son bastante vulgares. Outa Jaap pertenecía a los tiempos en los que<br />
aún no existían las rejas a prueba de chacales, le cuentan; a un tiempo<br />
en que el pastor que llevaba a sus ovejas a pastar a un campo lejano<br />
tenía que quedarse con ellas y guardarlas durante semanas. Outa Jaap<br />
pertenecía a una generación desaparecida. Eso es todo.<br />
Sin embargo, le parece que sabe lo que se esconde tras esas palabras.<br />
Outa Jaap era parte de la granja; aunque su abuelo la hubiera<br />
comprado y fuera su propietario legal, Outa Jaap vino con ella, sabía de<br />
ella, de las ovejas, del veld, del tiempo, más de lo que nunca llegaría a<br />
saber el recién llegado. Ese era el motivo por el que Outa Jaap tenía<br />
que ser tratado con respeto; ese es el motivo por el que ni siquiera se<br />
plantea la cuestión de deshacerse del hijo de Outa Jaap, Ros, ya de<br />
edad madura, pese a que no se trata de un trabajador especialmente<br />
bueno, y es poco fiable y propenso a hacer mal las cosas.<br />
Se da por hecho que Ros vivirá y morirá en la granja, y que lo sucederá<br />
uno de sus hijos. Freek, el otro jornalero, es más joven y enérgico que<br />
Ros, muy listo y más formal. Sin embargo, él no pertenece a la granja:<br />
se da por hecho que no tiene por qué quedarse.<br />
Cuando viene a la granja desde Worcester, donde la gente de color<br />
tiene que suplicar por todo («Asseblief my nooi! Asseblief my basie!»),<br />
le alivia ver las relaciones tan correctas y formales que hay entre su tío<br />
y los volk. Todas las mañanas su tío habla con sus dos hombres de las