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UN TRISTE CIPRÉS Agatha Christie - GutenScape.com

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Digitalizado por kamparina para Biblioteca-irc en Enero de 2.004<br />

http://biblioteca.d2g.<strong>com</strong><br />

que te emanciparás... Pero ten un poquito de paciencia... Me haces<br />

mucha falta ahora.<br />

—¡Oh, mistress Welman!... ¡Claro que no..., claro que no la dejaré a<br />

usted por nada del mundo...! ¡Y ahora que sé que la hago falta...!<br />

—Sí, hija mía; me haces mucha falta..., mucha —advertíase una<br />

emoción inusitada en el acento de la anciana—. Eres... casi una... hija<br />

para mí, Mary. Te vi nacer... casi..., y luego te he visto crecer...,<br />

crecer hasta convertirte en la encantadora muchacha que eres<br />

ahora... Estoy orgullosa de ti, chiquilla... Dios quiera que lo que he<br />

hecho por ti haya sido lo mejor.<br />

Mary dijo rápidamente:<br />

—Si se refiere usted a lo buena que ha sido para mí y a la educación<br />

que me ha dado tan por encima de mi..., de mi situación social...; si<br />

usted cree que estoy disgustada por lo que mi padre llama ideas de<br />

señorita holgazana, se equivoca. Si ardo en deseos de ganar para<br />

vivir, es una forma de demostrarle mi agradecimiento, porque me<br />

da... rabia ver que no hago nada por mí misma, después de todo lo<br />

que usted se ha esforzado por convertirme en una mujer educada.<br />

Sobre todo, me atormenta la idea de que alguien pueda pensar que<br />

yo... me estoy... aprovechando de usted.<br />

Laura Welman exclamó, con el aire de una leona en celo:<br />

—¿Es eso lo que ha estado metiéndote Gerrard en la cabeza? ¡No le<br />

hagas caso a tu padre, Mary! ¡Nadie se atreverá jamás a pensar eso<br />

de ti! Te ruego que te quedes a mi lado... Por lo menos hasta que yo<br />

muera... No tendrás que esperar mucho...<br />

—¡Oh, no diga eso, mistress Welman! El doctor Lord asegura que<br />

vivirá usted todavía mucho tiempo.<br />

—No es ese mi deseo, querida. El otro día le dije que lo único que<br />

espero de él es que procure aliviar mis últimos momentos con una<br />

droga que me permita morir sin dolor.<br />

Mary gritó, aterrada:<br />

—¿Y qué dijo él?<br />

—El impertinente sabelotodo me respondió que no quería arriesgarse<br />

a que le ahorcaran. Y luego añadió: «Si usted me dejara todo su<br />

dinero, sería diferente.» ¡Valiente sinvergüenza! Sin embargo, me<br />

gusta. Sus visitas me alivian más que sus medicinas.<br />

—Sí... Es muy simpático. La enfermera O'Brien piensa muy bien de<br />

él, y la Hopkins, también.<br />

—Esa Hopkins debiera tener más juicio del que tiene para su edad. En<br />

cuanto a la O'Brien, no hace más que exclamar: «¡Oh, doctor!», y<br />

abre la boca todo lo que puede cuando se le acerca.<br />

—¡Pobre enfermera O'Brien!<br />

—No es mala, pero me aburre. Cree que me hace falta tomar una<br />

buena taza de té todas las mañanas, a las cinco, y no me deja<br />

descansar... —dijo, e hizo una pausa—. ¿Qué es eso?... ¿Es el coche?

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