Eve (Junior - Juvenil (roca)) (Spanish Edition) - deviantART
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Su boca cubrió mis labios, y saboreé el amargo poso del alcohol de su<br />
lengua. Recorrió con las manos mis hombros y mis brazos. Traté de gritar de<br />
nuevo, pero su boca cubría la mía. No pude articular ningún sonido.<br />
Peleé. Mis puños chocaron contra su pecho, pero él me atrajo hacia sí.<br />
Seguía besándome, y la espesa baba que le salía de la boca se deslizaba por<br />
mi barbilla. Me revolví y moví los hombros, intentando huir. Pero, hiciera lo<br />
que hiciese, me dominaba y no conseguía desprenderme de su aliento,<br />
caliente y rancio, sobre mi piel.<br />
Me habían robado muchas cosas: a mi madre, la casa de tejas azules<br />
en la que había dado mis primeros pasos, los lienzos amontonados en las<br />
paredes del aula… Pero esto era lo más doloroso de todo: que me<br />
arrebatasen totalmente el control.<br />
«Ni siquiera tu cuerpo es tuyo», quería decir Leif a cada urgente<br />
embestida.<br />
Las lágrimas brotaron de mis ojos y se me encharcaron en las orejas.<br />
Me besó en el cuello mientras sus manos me recorrían todo el cuerpo, y el<br />
miedo se apoderó de mí hasta el punto de que no me dejó opción: tenía que<br />
entregarme. Me retraje y dejé de mover los pies. Me ahogaba mi propio<br />
pánico.<br />
Oí un lejano murmullo de voces.<br />
—¿Qué ocurre? —preguntó alguien—. La he oído gritar.<br />
—La brillante luz de una linterna iluminó primero mis piernas, luego<br />
mi rostro bañado en lágrimas y, por último, a Leif, que tenía los ojos<br />
entrecerrados.<br />
—Mala bestia —gruñó Caleb, cogiéndolo por los sobacos y arrojándolo<br />
contra una estantería. Ante el impacto, las cajas metálicas cayeron y se<br />
desperdigaron por el suelo cientos de fósforos.<br />
Aaron y Michael aparecieron en la puerta, y sus linternas iluminaron<br />
la oscuridad. Leif se puso en pie con dificultades, arremetió y estampó un<br />
hombro en las costillas de Caleb, que hizo un gesto de dolor al tiempo que<br />
empujaba a su atacante contra la pared.<br />
—¡Basta, Leif! —gritó, pero este le propinó un puñetazo en la barbilla.<br />
Yo me refugié en un rincón de la habitación, encogida, sintiéndome<br />
atrapada.<br />
Leif se tambaleó, atontado por el alcohol, y farfulló:<br />
—Venga, siempre has querido mandar. —Mechones de negros<br />
cabellos le cubrían el rostro, y me pregunté si habría dormido algo o si<br />
habría dedicado el tiempo a trasegar las últimas latas de cerveza—. Así que<br />
ahora eres el jefe; haz lo que te plazca.<br />
Señaló la puerta con violencia, donde, deseosos de saber qué ocurría,