Eve (Junior - Juvenil (roca)) (Spanish Edition) - deviantART
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Trece<br />
Caleb y yo cabalgamos por el bosque, sorteando los árboles. Tras<br />
haber visto a los soldados la noche anterior, los chicos mayores habían<br />
estado de guardia todo el día, vigilando que no hubieran vuelto por la zona.<br />
Nadie me habló, nadie se atrevió tan siquiera a mirarme. Hasta que<br />
encontraron huellas recientes de neumáticos en la carretera que partía del<br />
lago, no finalizó mi confinamiento. Caleb se presentó en nuestra habitación<br />
cuando estaba atendiendo a Arden, y me invitó a salir de caza con él. No me<br />
importó tener que ponerme ropa de chico (unos pantalones cortos de<br />
algodón raídos y una camisa holgada), ni recogerme el pelo para disimular.<br />
Me alegraba salir al aire libre y alejarme de la húmeda cueva, de la guarida<br />
subterránea y de la bestia de Leif.<br />
Cuando llegamos a un claro con hierba, Caleb escudriñó los árboles y<br />
el borde rocoso.<br />
—Por ahí no hay nada. —Hizo girar al caballo—. Tenemos que<br />
encontrar un puesto de observación.<br />
El cielo, de un intenso color naranja, estaba poblado de vaporosas<br />
nubes ribeteadas de rojo. Seguimos el rastro de un jabalí por un campo y<br />
una cantera, hasta que lo asustó el desprendimiento de una piedra. A<br />
continuación decidimos buscar un venado. Monté en la grupa del caballo,<br />
disfrutando de la libertad de estar en campo abierto. Pero el encuentro de la<br />
noche anterior seguía rondándome por la cabeza.<br />
—Tu amigo Leif… —comenté, tratando de reconstruir la relación de<br />
Caleb con él: ¿cómo podía vivir y trabajar, día tras día, con semejante bruto?<br />
Había conocido a Caleb hacía dos días y aún no le había visto actuar de<br />
forma sospechosa: no me había abandonado en el río, nos había<br />
proporcionado desayuno y comida a Arden y a mí, aparte de toallas y agua<br />
de lluvia limpia para lavarnos, e incluso había arreglado nuestra habitación<br />
mientras dormíamos—. Tu amigo Leif es un verdadero encanto —concluí,<br />
incapaz de disimular la ironía.<br />
El chico no apartó la vista del rocoso precipicio que teníamos delante;<br />
llevaba el carcaj con las flechas al hombro.<br />
—Lamento que te asustase anoche. Se enfureció a causa de los<br />
soldados. —Deslizó la mano por el cuello del caballo, desenredando los<br />
nudos de las espesas crines negras—. Está convencido de que te inventaste<br />
la historia de la niña. No hay forma de hacerlo entrar en razón.<br />
—¿Y por qué iba yo a mentir? Sí que la vi —dije manteniéndome<br />
detrás de él—. Estaba sola aquí fuera, y él casi me amenazó.<br />
Caleb negó con la cabeza mientras cabalgábamos por la ladera de la