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Eve (Junior - Juvenil (roca)) (Spanish Edition) - deviantART

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herida.<br />

—No me fío de ti —repliqué, pero, en el asiento de atrás, Caleb<br />

apretaba los puños, tratando de sobrellevar el dolor.<br />

—Si lo hago, tendrás que dejarme libre. —El soldado, de espesas<br />

pestañas negras, me miró con una expresión implorante.<br />

Volví la vista: Caleb se aferraba al asiento con la cabeza gacha. El<br />

improvisado vendaje no servía de nada. Podía ocurrir cualquier cosa: los<br />

viejos neumáticos estarían a punto de reventar o tal vez se acabase el<br />

combustible. Y si nos encontrábamos con más soldados, él necesitaría todas<br />

las fuerzas posibles. Cerró los ojos mientras se hundía lentamente, sin<br />

remedio, en un profundo sueño.<br />

—Frena —ordené—. Hazlo rápido.<br />

El todoterreno se detuvo en el arcén de la carretera, ante un grupo de<br />

edificios. Una gigantesca y arqueada EME amarilla se erguía sobre nosotros.<br />

Salí del coche y di la vuelta al vehículo, sin apartar la pistola del soldado,<br />

mientras él manipulaba la bolsa roja de la guantera. Sacó una aguja, la<br />

enhebró y la preparó.<br />

Con movimientos enérgicos (ya no le temblaban las manos), retiró el<br />

vendaje de la pierna de Caleb y le inyectó un líquido claro en la herida;<br />

después sacó un trozo de gasa del botiquín. No había visto nada tan blanco<br />

desde que me había escapado del colegio; estaba más limpia que los pulcros<br />

camisones que nos poníamos para dormir.<br />

Aplicó la gasa sobre la piel de Caleb para secar la herida, que<br />

rezumaba sangre de un intenso color burdeos. Acto seguido, limpió el corte y<br />

lo cosió con hilo negro, sin inmutarse ante la sangre.<br />

Cuando acabó, Caleb tenía los ojos entreabiertos.<br />

—Gracias —dijo.<br />

El joven soldado se volvió hacia mí y me preguntó:<br />

—¿Me puedo ir ahora? —Las lágrimas pugnaban por escapársele.<br />

Caleb negó con la cabeza y puntualizó:<br />

—Necesitamos que conduzca.<br />

—Se lo prometí —repliqué, y bajé la pistola. A lo lejos las colinas<br />

doradas se prolongaban a lo largo de kilómetros y kilómetros.<br />

—No podemos —insistió Caleb.<br />

El joven juntó las manos en un gesto implorante, y dijo:<br />

—De todas formas voy a morir aquí. ¿Qué queréis de mí? He cumplido<br />

con lo que me he comprometido a hacer. —Parecía muy vulnerable, con su<br />

pecho hundido y unas piernas que eran puro hueso; no debía de tener más

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