Eve (Junior - Juvenil (roca)) (Spanish Edition) - deviantART
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Diecinueve<br />
Me agarré a Caleb, relajándome sobre su chaqueta acolchada que olía<br />
a humedad, mientras que Arden se aferraba a mis hombros cuando<br />
cabalgamos por el denso bosque; los árboles apenas se distinguían bajo la<br />
dispersa luz de las estrellas. Mi amiga me había interrogado antes de salir,<br />
tras reparar en el rubor que me teñía las mejillas y en la insistencia con que<br />
me llevaba los dedos a los labios, como si necesitase confirmar que seguían<br />
en su sitio. Se rio cuando monté con mucha decisión a caballo, ocupando el<br />
lugar intermedio para así poder apoyar la cabeza en la espalda de Caleb.<br />
Cualquiera se daría cuenta de que las cosas habían cambiado entre<br />
nosotros. Pero yo mantenía la noticia en secreto, deseando que fuese<br />
exclusivamente mía durante cierto tiempo más, para disfrutarla.<br />
Delante de nosotros, Leif guiaba a sus caballos sobre <strong>roca</strong>s y entre<br />
ramas caídas de árboles, camino del puesto del sur, manteniendo un ritmo<br />
constante. Rodeamos la orilla rocosa del lago, en cuya superficie negra se<br />
reflejaba la luna.<br />
—Falta poco —susurró Caleb. Un halcón planeó ante nosotros,<br />
dibujando un camino en el cielo.<br />
A lo lejos se oyó el disparo de un cañón, que retumbó en las<br />
montañas. Arden se apretó contra mí, hundiéndome los dedos en la piel, y<br />
Leif condujo a su caballo hacia una zona de hierba muy crecida. Nos seguían<br />
otras seis monturas, siluetas negras sobre las que cabalgaban los chicos<br />
mayores y los cuatro nuevos cazadores. Silas, Benny y los más pequeños se<br />
habían quedado en el refugio, profundamente dormidos ante la promesa de<br />
recibir tabletas de chocolate y caramelos a la mañana siguiente.<br />
Leif, cuyo rostro apenas se distinguía en la oscuridad, echó una<br />
ojeada alrededor y susurró:<br />
—El puesto de avanzadilla está a menos de cien metros —susurró—.<br />
Si ocurre algo, no uséis la fuerza, sea lo que sea.<br />
—¿Si ocurre algo? —repetí al oído de Caleb—. ¿A qué se refiere?<br />
—Lo dice por precaución —respondió él, cuyos latidos percibí<br />
claramente, pues apoyaba la cabeza en su espalda—. Matar a un soldado de<br />
la Nueva América, aunque sea en defensa propia, es un delito que se castiga<br />
con la muerte. —Aminoró el trote del caballo—. Hace justo un año se<br />
produjo un incidente en otro puesto, y el rey se vengó ejecutando a un<br />
huérfano que había huido. —Me estremecí al imaginar a un chico,<br />
abandonado y asustado, enfrentándose a las tropas del monarca.<br />
Dejamos los caballos pastando en el claro. Caleb me dio la mano, y<br />
sentí de nuevo aquel calor que ya me resultaba familiar. «Estoy bien,