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Eve (Junior - Juvenil (roca)) (Spanish Edition) - deviantART

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Joyce, y las repartió entre los chicos. En mi mente oía la débil voz de la<br />

profesora Agnes advirtiéndome: «El alcohol se creó para debilitar las<br />

defensas de las mujeres». Pero me tomé un trago.<br />

—No deja de mirarte —me espetó Arden, apoyándose en la pared. Nos<br />

sentamos en un rincón para comer todo lo que pudiésemos. Delante de<br />

nosotras teníamos latas de naranjada, gruesas y lustrosas galletas saladas y<br />

melocotones en almíbar—. Nunca creí nada de lo que decía la profesora<br />

Agnes —aseguró ladeando un poco la cabeza—. Pero tal vez la vieja bruja<br />

tuviese cierta razón: hay una especie de locura en los ojos de ese chico; es<br />

como si quisiese devorarte el alma o algo por el estilo.<br />

Alcé la vista. Caleb estaba al fondo de la habitación, con los ojos fijos<br />

en mí.<br />

—Jolín, Arden —dije, avergonzada—. Déjalo ya. —Pero me seguía<br />

obsesionando el recuerdo de sus labios posados en mi frente, y mis brazos<br />

rodeándole el pecho.<br />

—Ni jolín ni rayos colorados; es verdad. ¿Qué le hiciste en la<br />

habitación? ¡Solo estuve fuera un segundo! —Me dio un codazo, y yo solté<br />

una risa nerviosa.<br />

—¡Mirad lo que he encontrado! —gritó Charlie desde el cercano<br />

comedor. Retiró un polvoriento paño beis, como si fuera un mago, y dejó al<br />

descubierto un viejo piano. Posando los dedos sobre las amarillentas teclas,<br />

arrancó unas cuantas notas que sonaban como si estuviera aporreando una<br />

lata.<br />

Me recliné en la pared, escuchando los acordes que resonaban en el<br />

piso bajo de la casa. Me recordaban los veranos en el colegio cuando la<br />

profesora Sheila nos daba clases de piano a Pip y a mí. Me sentaba en el<br />

banco ante el instrumento, y tocaba Sublime gracia mientras mi amiga daba<br />

vueltas detrás de mí, haciendo piruetas a cada estrofa.<br />

Quise explicarle a Arden que, a veces, Pip representaba las palabras:<br />

se encorvaba cuando decía «desdicha», o se llevaba la mano al oído al hablar<br />

de «sonidos», pero ella miraba absorta las estanterías que teníamos delante,<br />

con la mente muy lejos de allí.<br />

—¿Qué ocurre?<br />

—<strong>Eve</strong>, hay algo que quería contarte… —Se frotó la frente con la<br />

mano—. Las cosas que decía en el colegio, ya sabes, las historias de cuando<br />

mis padres me llevaban al cine, la cena de Acción de Gracias, el apartamento<br />

en la ciudad… —susurró—. Bueno, pues, me las inventé.<br />

—¿Cómo que te las inventaste?<br />

Se miró los pies y, al hacerlo, los mechones de cabello negro le<br />

cubrieron la cara.<br />

—Había algo de verdad: yo no era como las demás chicas del colegio

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