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Eve (Junior - Juvenil (roca)) (Spanish Edition) - deviantART

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importancia.<br />

En la oscura habitación secreta me tendí en la cama y me abandoné al<br />

llanto. Y lloré con los profundos y ahogados sollozos de alguien que nunca<br />

pudo despedirse. Solamente disponía de aquella litera, de la esperanza del<br />

camino hacia Califia y de unos pocos días antes de reemprender la marcha.<br />

Pero nunca volvería a ver a Caleb.<br />

Cuando Lark y Arden bajaron a acostarse horas después, colocando<br />

las latas tras ellas, me hice la dormida. Arden me cubrió los pies con la<br />

manta y me los envolvió con mucho cuidado.<br />

—Buenas noches —susurró. La respiración de ambas no tardó en<br />

hacerse más suave, más lenta, hasta que se sumieron en un profundo<br />

sueño.<br />

Pero yo no dormí; me era imposible. Pensé en la estantería de madera<br />

que cubría la pared de Marjorie y en la radio que había sobre ella, e imaginé<br />

a Caleb aquella noche en el campo de trabajo, manipulando la clavija del<br />

aparato sin parar, escuchándolo mientras estaba en la cama. Asimismo<br />

recordé la radio que tenía en la rota mesita de su habitación; seguro que<br />

también seguía escuchándola. ¿Cómo iba a recibir, si no, las noticias de la<br />

ciudad, o cómo se comunicaría con Moss?<br />

Me levanté, sin sentir las horas que habían transcurrido, ni el<br />

agotamiento del viaje con Fletcher, ni las lágrimas que había derramado.<br />

Aparté las latas con el mayor cuidado: me impulsaba la ilusión.<br />

«La yegua de Eloise es muda y, sin embargo, está aquí.»<br />

La sala estaba a oscuras. Avancé a tientas y por fin encontré una<br />

linterna en la mesa de la cocina. Pensé en recurrir a Marjorie, pero había que<br />

explicar demasiadas cosas: el saqueo, lo ocurrido con Leif y la frase que<br />

había espantado a Caleb.<br />

Abrí, pues, las alacenas de la cocina y busqué entre tarros y frascos de<br />

comida un trozo de papel en el que hubiera una ubicación. La profesora nos<br />

había dicho que antes de la epidemia existía un sistema para repartir la<br />

correspondencia; lo había llamado «direcciones». Registré un cajón de<br />

herramientas y otro en el que había pilas, tiras de goma y tijeras. En la mesa<br />

de detrás del sofá, encontré fotografías antiguas de Marjorie, joven y<br />

embarazada, y una niña pequeña aferrándose a su pierna. Encontré otra<br />

foto de dos niñas en una bañera llena de espuma. Era raro que no hubieran<br />

hablado de sus hijas, y que en las paredes no hubiese ni el menor rastro de<br />

ellas.<br />

También descubrí tres gruesos tarjetones de cartón que<br />

representaban paisajes. Uno de ellos decía «Phuket, Tailandia», donde el mar<br />

se perdía en el horizonte; en la parte de atrás alguien había escrito: «Hola<br />

mamá y papá. Thom y yo lo estamos pasando en grande. Aquí se encuentran<br />

las playas más bonitas del mundo. Es un paraíso. Con cariño, Libby». La

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