Eve (Junior - Juvenil (roca)) (Spanish Edition) - deviantART
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Desvié la mirada para que él no me viese los ojos, anegados por la<br />
emoción. Había estudiado muchísimo en el colegio, cogiendo apuntes<br />
detallados de cada lección, garabateando en los márgenes de los cuadernos<br />
hasta que se me entumecían los dedos. ¿Y para qué? ¿Para llenarme la<br />
cabeza de mentiras?<br />
—A veces me parece que no sé las cosas que debería saber, y que, por<br />
el contrario, todo lo que sé es completamente falso. —Me clavé las uñas en la<br />
mano, frustrada, y la furia me desbordó. Me dirigí hacia la puerta, pero<br />
Caleb me cogió la mano y me obligó a retroceder.<br />
—Espera. —Entrelazó sus dedos con los míos un instante, antes de<br />
soltarme—. ¿A qué te refieres?<br />
—Doce años en el colegio y… ni siquiera sé nadar —comenté,<br />
recordando el pánico que había sentido aquella noche en el río. No sé cazar<br />
ni pescar; ni siquiera sabía en qué mundo vivía. Era alguien totalmente<br />
inútil.<br />
—<strong>Eve</strong> —dijo cogiendo el ejemplar de Al faro del suelo—. Toma el libro.<br />
Puedes volver a leerlo… tú sola.<br />
Permanecimos un instante en el pasillo de barro; la cabeza de Caleb<br />
rozaba el techo. Acaricié la tapa rota del libro, pensando en lo que él me<br />
había dicho. Tal vez allí, en aquel refugio, lejos de la profesora y de las<br />
clases, el libro fuese distinto. Tal vez también yo fuese distinta. Escuché la<br />
sincronizada respiración de ambos.<br />
—Esto no soluciona mi problema con la natación —respondí sin<br />
reprimir una sonrisa.<br />
—Eso es lo más fácil. —Apoyó la mano en la pared, a unos centímetros<br />
de mi cabeza. Una sombra de barba desaliñada le cubría la barbilla y le<br />
brillaba a la luz de la linterna—. Puedo enseñarte a nadar en un día.<br />
—¿En un día? —me extrañé, y me pregunté si también él oiría los<br />
bandazos de mi corazón—. No lo creo.<br />
—Pues créelo. —Entablamos una lucha para ver quién desviaba<br />
primero la vista.<br />
«Uno —conté mentalmente—, dos, tres…»<br />
Acabé por ceder, me deslicé bajo su brazo y me dirigí al túnel.<br />
—Vale, quedamos en eso —acepté, y me marché hacia mi habitación.<br />
Cuando me di la vuelta, sus ojos seguían clavados en mí—. Buenas noches<br />
—susurré sintiendo el calor de su mirada, mientras caminaba por el<br />
húmedo y frío pasillo y volvía a mi cama.