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Eve (Junior - Juvenil (roca)) (Spanish Edition) - deviantART

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Doce<br />

—¿Quieres más? —pregunté sosteniendo la cuchara de habas delante<br />

de los agrietados labios de Arden. Murmuró algo parecido a un «no», se puso<br />

de lado, apartó la colcha de las piernas llenas de manchas y cerró los ojos.<br />

Llevábamos toda la noche así. Ella se despertaba de vez en cuando,<br />

pedía comida o agua y después se desplomaba en el hundido colchón. A<br />

veces se retorcía de dolor, quejándose de un malestar que le ascendía por la<br />

columna. Caleb había traído a rastras una tina llena de agua del lago, y yo<br />

había conseguido mantener a Arden despierta el tiempo suficiente para<br />

limpiar el sudor que le impregnaba la piel y quitarle las hojas del pelo con un<br />

peine roto.<br />

La caverna de tierra estaba al final de uno de los túneles principales;<br />

era una estancia sofocante que contaba con un colchón y una mesa llena de<br />

amarillentos libros infantiles. Registré los cajones de la mesa buscando,<br />

contra toda lógica, medicamentos. Como en el colegio teníamos muchísimos,<br />

nunca me había dado cuenta de su valor.<br />

Dábamos por supuesta su existencia y la facilidad para tratar<br />

cualquier problema: la tos, una infección, un corte hecho con un farol roto…<br />

Disponíamos de pastillas, de inyecciones para adormecer la piel antes de<br />

que te dieran puntos de sutura, o de dulce jarabe de color rosa chicle que se<br />

deslizaba por la garganta. Cuando Ruby se quedó paralizada en el jardín<br />

debido a un desgarrador dolor en el costado, la llevaron a la enfermería, de<br />

donde salió días después luciendo una marca de costurones negros en el<br />

abdomen, en la zona en que le habían extirpado el apéndice. «¿Qué le habría<br />

ocurrido fuera de los muros del colegio?», nos preguntamos en voz alta<br />

mientras le examinábamos la cicatriz. Maxine sugirió que habría tenido que<br />

extirpárselo ella sola, seguramente con unas tijeras oxidadas. «No; os<br />

equivocáis —corrigió la directora, que vigilaba nuestras mesas en el comedor<br />

para cerciorarse de que todas tomásemos las vitaminas—. Simplemente<br />

habría muerto.»<br />

Retiré el espeso cabello negro de la cara de Arden y noté que la piel le<br />

ardía. Recordé entonces la primera vez que la había visto: en los años<br />

posteriores a la epidemia, llegaban nuevas alumnas de vez en cuando;<br />

algunas de ellas aparecían en el bosque y otras eran enviadas por adultos<br />

que no podían cuidarlas. Arden era una chica alta que vestía un gastado<br />

vestido azul, una niña de ocho años que había entrado por la puerta lateral<br />

del colegio tres años después que yo. Estuvo un mes en la sala de<br />

cuarentena, sola, igual que todas nosotras cuando llegábamos. Pip y yo la<br />

habíamos observado por el ventanuco de cristal de la puerta, mientras se<br />

cepillaba los dientes; escupía la espuma blanca en el cubo de desperdicios,<br />

pero no sabíamos si sería distinta a nosotras. Era un juego habitual entre

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