Eve (Junior - Juvenil (roca)) (Spanish Edition) - deviantART
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Pero ella se limitó a hacer una mueca, presa de dolor.<br />
—¿Dónde está el campamento? —pregunté, amedrentada tras el<br />
asombro inicial—. Debemos llevarla dentro.<br />
—Ahí lo tienes —respondió Caleb, acercándose a una empinada y<br />
fangosa cuesta, cubierta de hierbajos y ramas rotas.<br />
Confundida, miré al chico, que cogió un trozo de madera podrida<br />
escondido en la tierra y, tirando de él, dejó al descubierto un tablero del<br />
tamaño de una puerta. Lo abrió de golpe. Tras él había un agujero que<br />
penetraba en una ladera de la montaña.<br />
—Vamos —dijo indicándome que entrase.<br />
Se me encogió el estómago, y la cabeza me dio vueltas. Ante la<br />
oscuridad regresaron todos mis temores, pues ya me había arriesgado<br />
mucho al seguir a aquel muchacho. No me imaginaba que el campamento<br />
fuese una madriguera subterránea. Sobre la tierra, siempre podía echar a<br />
correr, pero ahí abajo y en tinieblas…<br />
—No… —murmuré retrocediendo—. No puedo.<br />
—<strong>Eve</strong>, tu compañera necesita ayuda… de inmediato. —Me tendió la<br />
mano—. Entra. Nadie te va a hacer daño.<br />
Arden se estremeció a mi lado; tosió y abrió los ojos un instante para<br />
decir algo que sonó a «hazle caso». Se apoyó en mí, y yo, temblándome las<br />
manos, la guie por el tenebroso túnel. Caleb cerró la puerta detrás de mí.<br />
—Por aquí —señaló él, agachándose para que Arden apoyase el otro<br />
brazo en sus hombros, y así ayudarme a llevarla. Avanzamos en la<br />
oscuridad; la fría pared de tierra me rascaba el costado, y notaba la dureza<br />
del suelo bajo mis pies.<br />
—Este túnel… ¿Lo encontraste tú? —pregunté, y mi voz resonó en la<br />
cueva.<br />
Caleb giró a la derecha y nos condujo por otro túnel, palpando el<br />
camino en la oscuridad.<br />
—Lo hicimos. —Oí ruido de gente a cierta distancia. Murmullos,<br />
repiqueteo de ollas, risas tenues.<br />
—¿Construisteis un túnel en la montaña? —insistí. Arden volvió a<br />
toser; los pies ya no la sostenían.<br />
Caleb guardó silencio un rato.<br />
—Sí —afirmó al fin, y noté su respiración mientras caminábamos—.<br />
Después de la epidemia, me llevaron a un orfanato improvisado en una<br />
iglesia abandonada. Los niños, chicos y chicas, dormían en los bancos y en<br />
los armarios, y a veces nos juntábamos de cinco en cinco para entrar en<br />
calor. Solo recuerdo a una persona adulta: la mujer que nos abría las latas