Eve (Junior - Juvenil (roca)) (Spanish Edition) - deviantART
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—Queremos ir a Califia —respondí levantando las manos para<br />
demostrar que no iba armada—. Somos huérfanos, fugitivos. Venimos de<br />
muy lejos y necesitamos ayuda.<br />
La chica evaluó la pierna de Caleb, envuelta en el ensangrentado trozo<br />
de tela, le examinó las espesas rastas castañas, la desgarrada camiseta y los<br />
pantalones rotos a la altura de la herida.<br />
otro.<br />
—¿Estáis juntos? —preguntó mirándonos sucesivamente a uno y<br />
A todo esto, tras ella, apareció una mujer mayor, de piel más oscura<br />
que la nuestra y abundantes cabellos negros recogidos en lo alto formando<br />
una buena mata. Negando con la cabeza y sin apartar la mano de una<br />
pistola colgada del cinturón, dijo:<br />
—Él no puede entrar.<br />
—¿A qué se refiere? —pregunté, pero Caleb empezó a retroceder poco<br />
a poco, apartando la mano de mi hombro.<br />
—Aquí no admitimos a los de su clase —afirmó la chica rubia<br />
señalándolo.<br />
—¿Su clase? —inquirí atrayéndolo hacia mí—. Pero está herido; no<br />
puede ir a ningún lado. Por favor.<br />
La chica no se inmutó.<br />
—No está permitido. Lo siento. —Sostenía el rifle sobre el hombro y<br />
nos miraba desde el extremo del cañón.<br />
Agarré la camiseta de Caleb, pero me cogió la mano y desprendió uno<br />
a uno mis dedos hasta soltarlos del todo.<br />
—No pasa nada —dijo retrocediendo—. Entra. Debes entrar. Yo me<br />
pondré bien.<br />
—¡No te pondrás bien! —grité, anegada en lágrimas—. Necesitas<br />
entrar. Por favor —imploré señalando la pierna ensangrentada y el sucio<br />
vendaje. La chica se limitó a negar con la cabeza.<br />
—Sabía que era así —afirmó Caleb—. Califia siempre ha admitido solo<br />
a mujeres. Por favor, <strong>Eve</strong>, entra.<br />
Me di cuenta de que nunca habíamos hablado de lo que ocurriría<br />
cuando llegásemos a aquel lugar. Cada vez que yo sacaba el tema, el asentía,<br />
sonriendo, con la mirada perdida. Me había llevado hasta allí, pero no podía<br />
quedarse. Se trataba de un lejano destino para nosotros dos, pero no<br />
suponía que pudiéramos compartir la vida.<br />
—Ahí estarás a salvo. —Retrocedió con fuerzas renovadas,<br />
ayudándose de las ramas de los árboles para descender por la colina. El<br />
espacio entre ambos aumentó, y sus pasos cobraron mayor energía a