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Eve (Junior - Juvenil (roca)) (Spanish Edition) - deviantART

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volvió a centrarse en el jabalí y le pegó un tajo en el cuello. Esquirlas de<br />

hueso le saltaron a la cara. Hincaba el cuchillo una y otra vez salvajemente<br />

en la intersección entre la cabeza y el cuerpo del animal. A cada golpe me<br />

estremecía.<br />

No cesó hasta que la cabeza del jabalí se desprendió y rodó por el<br />

suelo. El animal, al que una bruma grisácea velaba las pupilas, me miraba.<br />

Me dieron ganas de echar a correr por el pasadizo, de desandar el camino, de<br />

no parar hasta estar en pleno aire libre. Pero Arden seguía inválida a mi<br />

lado, y recordé por qué estábamos allí. En cuanto ella mejorase, nos iríamos<br />

muy lejos de aquel malsano refugio subterráneo habitado por unos chicos<br />

que me contemplaban como si quisiesen devorarme.<br />

Un joven corpulento, de pelo rubio apelmazado, arrojó leña al fuego y<br />

examinó la frágil figura de Arden.<br />

—Pueden quedarse en mi habitación —ofreció riéndose; y yo estreché<br />

a mi protegida—. No tengo inconveniente en compartir la cama.<br />

—No se van a quedar en la habitación de nadie —tronó una voz<br />

ronca—. No se van a quedar y se acabó.<br />

Un chico mayor salió de uno de los túneles. Llevaba unos pantalones<br />

que le llegaban por debajo de las rodillas; un oscuro vello rizado le cubría el<br />

pecho, y se había recogido el pelo —negro— en un moño que dejaba al<br />

descubierto la parte superior de la espalda, surcada por gruesas cicatrices.<br />

Lo seguía una fila de chicos mayores, que se dispersaron por la estancia. Del<br />

miedo que tenía, se me puso la piel de gallina. Eran unos diez, todos más<br />

altos y gruesos que yo, y ponían cara de pocos amigos.<br />

—Esto no va bien —murmuró Arden.<br />

Caleb se interpuso entre ellos y nosotras, y manifestó:<br />

—No hay nada que discutir, Leif. Las encontré en el bosque. A la chica<br />

la atacó un oso. —Bajé la vista para esquivar las miradas—. Han de<br />

quedarse.<br />

Unas espesas pestañas negras bordeaban los ojos de color castaño<br />

oscuro de Leif, que sentenció:<br />

—Es demasiado peligroso. Ya sabes cómo se pone el rey con el tema de<br />

las cerdas. Seguramente las estarán buscando. —Se nos aproximó,<br />

deteniéndose a unos pocos centímetros de Caleb. Estaba tan cerca que vi<br />

trocitos de hojas entre sus cabellos, y percibí el olor a ceniza que despedían<br />

sus tensos y musculosos brazos.<br />

—¿Cerdas? —susurró Arden, cuyo cálido aliento me rozó el cuello—.<br />

¿Eso es lo que somos?<br />

—Así es como nos llaman ellos —puntualicé—. Pero no lo somos.<br />

El grupo de chicos nos rodeó, bloqueando nuestra vía de escape.

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